El concepto de amistad en los Tres Chiflados

R, Claudo Gómez

Dos cultos profesores dialogan en un restaurant. Discuten acerca de si el mito de Pigmalión es posible, es decir, si se puede convertir a un “vago” en un “caballero”. Uno cree que sí y el otro lo contrario. Apuestan. En su camino se cruzan no uno sino tres “vagos”. Son, claro está, los audaces y desgraciados Tres Chiflados.

Larry, Curly y Moe son tentados a participar de la prueba, a cambio de unos dólares. Oficiarán de cobayos en un ensayo, serán conejillos de indias de un proyecto científico, cuyo propósito es demostrar una teoría educativa.

En ese proceso, el profesor los enfrenta a problemas escolares básicos. Le pregunta a Larry: “Si usted tiene dos caramelos y su padre le da otros tres ¿Cuántos caramelos tiene?”.
-Dos, responde el chiflado de rulos.
-Usted no conoce nada de matemática, sentencia el docente.
-Y usted no conoce a mi padre, remata Larry.
Él y sus compañeros ríen estentóreamente, mientras el educador se arranca los pelos.
Ese chiste funciona solo en el plano de la amistad, al tiempo que excluye a quien no comparte esa membrecía; de ahí las diferentes reacciones.

Es que quienes sí conocen al padre de Larry son sus dos amigos. Eso no significa que lo hayan frecuentado. Lo conocen por las mentas de Larry, quien en ratos solitarios compartió recuerdos profundos con los otros dos, así como compartieron el mismo pan, la misma cama, los mismos anhelos y los mismos fracasos.

Quien está frente a la pantalla también ríe, porque intuye que el pasado de Larry, sin dudas, es factible de cualquier dislate. Ese niño (al menos dos generaciones de argentinos almorzaron ininterrumpidamente con Los tres chiflados durante más de dos décadas y media) que está viendo el programa es el cuarto amigo, el chiflado que falta. El menos chiflado, pero otro verdadero amigo.

Ellos representan las más altas formas de lealtad, una condición que no necesita de victorias heroicas ni de dramas existenciales, sino, simplemente tolerancia en la mundanidad.

El amigo sabe los íntimos secretos de los otros amigos; los tolera en la sabiduría de que sus amigos son también la consecuencia de su memoria y, por tanto, alterna buenas y malas. Son, además, su extensión y parte de su esencia.

Por eso, el mejor amigo es el amigo torpe. Ese que sincera ideas imposibles con tramas apasionadas que no logran superar la barrera de la mesa de café. Es un alma noble, porque todavía sueña, no lo han vencido.

Afortunadamente, el cambio de ritmo laboral y la libertad de vivir que con tanto esfuerzo consiguen les permite a las mujeres abrir el abanico a la amistad, ya no ceñida a una o dos personas de su entorno, sino extendida a muchas y en universos diferentes.

Hombres y mujeres se sostienen en la amistad como vínculo filial, como espacio vital para expiar sus frustraciones y alentar sus esperanzas.

El Día del Amigo es nada más que una cita en la que se reúnen todos los que se juntan habitualmente, pero en una misma fecha. En La Plata, se celebrará el19 de noviembre, menos como festejo del culto que como acción de apoyo a la gastronomía. Lo cierto es que las amigas y los amigos están presentes siempre.

Dios salve a Los tres chiflados, porque ellos simbolizan la genética de la pluralidad de caracteres y también los beneficios de su fusión aventurera. Dichosos aquellos que golpearán las puertas ajenas a sabiendas de que detrás de ella habrá alguien que dirá: “Sabía que vendrías y te preparé un pastel”.