Por Dr. Luis Sujatovich* –
La asimilación de las reglas mediáticas por parte de la política, a finales de la década de 1990, significó un quiebre, porque los escenarios y los discursos fueron dejando su lugar a la escenografía y a la progresiva disminución de los plazos de exposición: saber caminar y expresarse con rapidez y claridad fueron convirtiéndose en cualidades fundamentales para cualquier candidato.
Sin embargo, si advertimos el modo en que se desempeñan en la red, es sencillo reconocer que se trató de un proceso, acaso una preparación, sin la cual la adaptación habría sido diferente. Si los medios tradicionales comenzaron a resaltar la figura de un candidato, no omitían que se trataba del exponente de un partido. La relación con la tradición estaba aún sostenida por algunas referencias que podían aparecer en las conversaciones o en el vestuario. La tensión entre personaje y partidos no estaba del todo resuelta.
La red ha terminado esa transformación: cada publicación pone de manifiesto que no se comportan como integrantes de una organización, sino como individuos que tratan de acaparar sobre sí mismos toda la atención posible. Su enunciación no reviste otra subjetividad que aquella que tratan de protagonizar. Se produce de esta forma una singular inversión: las ideas aluden a una persona, no al revés. No hay un ideal que algunos tratan de representar, sino que hay quienes tratan de operar en sentido contrario: son quienes les dan forma a los ideales que, por supuesto, están conformados por su plan político.
La preeminencia de la individualización debe reconocerse como una consecuencia inevitable de la mediatización: en la red nadie puede salirse de las reglas discursivas y de comportamiento que construye y se reformula de modo incesante, si pretende tener alguna incidencia allí. Tener un perfil en una red social y publicar largos manifiestos o no usarlos es el ejemplo contrario a una acción comunicacional, política y personal con ambiciones de multiplicarse.
Los políticos han aprendido de los influencers más que se sus antecesores, por eso están mejor preparados para crear un contenido que tenga millones de reproducción o posteos, que cualquier actividad que se pueda clasificar como parlamentaria o de unidad básica. Acaso ambos estén integrados en la red, los grupos cerrados y los reenvíos masivos, bien podrían evaluarse como una continuación tecnológica de acciones precedentes: nadie duda que es más eficiente enviar mensajes que empapelar la ciudad con cartelería.
La reivindicación de cualquier idea política nace de la acción comunicacional de un sujeto, no de la construcción colectiva en territorio ni de los reclamos que pueda sostener un sindicato. La mediatización d el apolítica no debería resumirse a una simple explicación de cómo los medios han incorporado, bajo sus reglas, a la política, sino cómo los dirigentes han sabido apropiarse de sus herramientas para reformular sus estrategias discursivas para reformular todas las conceptualizaciones acerca de lo que implica la acción política contemporánea. Si los medios acapararon la política, ésta ha sabido acomodarse al entorno y convertirse en un contenido. Por eso las diferencias entre un influencer y un político cada vez son menos evidentes.
*Investigador – Profesor Universitario – UDE – Universidad Siglo 21 –
Fuente de la imagen:https://unsplash.com/es/fotos/una-persona-que-sostiene-un-telefono-5uotQH1hmfk