Competencia Internacional de la edición 35 del Festival de Mar del Plata

El argentino Matías Piñeiro abrió hoy la Competencia Internacional de la edición 35 del Festival de Mar del Plata con “Isabella”, filme que ahonda en las dudas, inseguridades y conflictos vocacionales, junto con la estadounidense Jessie Barr que llegó con su ópera prima, “Sophie Jones”, en la que navega la zigzagueante adolescencia de una joven que acaba de perder a su madre.

A su vez, la sección Latinoamericana presentó el filme de terror “Al morir la matineé”, donde el uruguayo Máximo Contenti arriesga un interesante juego de sangre y asesinatos dentro de una sala de cine durante la proyección de una película en la Montevideo de 1993, y el argentino Gonzalo Castro se sumó con “La escuela del bosque”, todas disponibles para ver en forma gratuita a través de la página oficial del festival.

En el caso de Piñeiro ya no se puede hablar de un cineasta novel, sino que, con su sexta ficción comienza el camino hacia la madurez cinematográfica con su particular reinterpretación de los personajes femeninos de William Shakespeare.

Luciana (Agustina Múñoz) y Mariel (María Villar) son dos actrices que sin saberlo pugnan por el personaje de Isabella en “Medida por medida”, la clásica obra que Shakespeare escribió a comienzos del 1600.

Para contar esta historia, Piñeiro elige intercalar tres momentos en la vida de las dos protagonistas, pero siempre desde la mirada de Mariel, algo que se puede notar por un hecho que no se menciona, pero que es relevante para el espectador: el embarazo y nacimiento de su hijo.

En la era preembarazo, Mariel está en Córdoba para pedirle dinero a su hermano, con quien tiene mala relación, y que, para su sorpresa, es amante de Luciana. En los pocos días que están juntas, Luciana, que se encuentra en la víspera de filmar una película en Portugal, se ofrece a ayudarla para audicionar para “Isabella”, papel que ella ya había obtenido, pero que abandonó por la película.

A partir de allí, los tres momentos en la vida de ellas comienzan a clarificarse. Una es el claroscuro de la otra: mientras que Mariel tiene una vida laboral frustrada, al parecer, su vida sentimental está encarrilada; Luciana, por el contrario, tiene una sólida carrera profesional, pero su amor debe estar depositado en un amante que ni le atiende el teléfono. Sin embargo, a ambas las une tanto el amor por la actuación como el conflicto vocacional.

Con delicadeza y sensibilidad, Piñeiro aborda algo que atraviesa sus obras: las dudas de la mediana edad, qué hacer con los dones que uno tiene y si en realidad esos dones son parte de una etapa o los tenemos que aprovechar toda la vida. Una pieza sólida, con el elenco de siempre, en el que se le reconoce al cineasta su voz a lo largo de la cinta que formó parte de la selección oficial de la última Berlinale.

Con “Sophie Jones”, Barr debuta detrás de cámara con una clásica película de iniciación con la vida adolescente de quien le da título a la cinta, interpretada con convicción por la prima de la directora, quienes, además de la sangre, comparten nombre y apellido.

Sophie tiene 16 años y en la primera escena de la película, la directora muestra el conflicto por el que atraviesa su protagonista: luego del funeral de su madre, incita a su novio a revolcarse en la cama. Lo que en un momento se puede apreciar como sexo, al instante denota en arrumacos sexualizados de dos adolescentes que no llegan a concretar.

Así, el trauma de la heroína del filme y los deseos por explorar su sexualidad se transforman en la constante del filme. Lo virtuoso de Barr, quien también escribió y produjo la cinta, es que mezcla constantemente ambos mundos, al punto de correr los límites que retroalimentan uno al otro.

Por lo demás, se trata de otro “coming of age” del cine independiente estadounidense, que puede encontrar sus ecos en un sinfín de películas similares, pero siempre queribles y entrañables.

En la Competencia Latinoamericana, cinefilia y asesinatos se unen en “Al morir la matiné”, primer largo de aliento comercial del uruguayo Contenti, un especialista del género de terror y que conoce muchos de los gafes del oficio para transformar una película que parece al comienzo poder caer en cierto sopor en un relato con más de un hallazgo lleno de sangre.

Con homenajes al “giallo” italiano que moldeó entre otros Darío Argento y al “slasher” hollywoodense de adolescentes aterrorizados por un loco suelto y asesino, Contenti traslada la acción a la sala casi desierta de la última función de una tarde lluviosa en un cine montevideano.

Una proyectorista, los circunstanciales clientes que llegaron a la sala por distintos motivos, el acomodador y un extraño personaje que ingresa a la función con apetitos criminales animan una historia que sabe combinar el mundo del cinematógrafo con muertes seriales.

El filme, como el género lo reclama, tiene algo también de película juvenil, tanto por su humor, sus muecas, sus subrayados y sus protagonistas y la acción se extiende el tiempo que dura la proyección de una película en la sala del cine.

Otros son el registro y las intenciones del argentino Castro, que elige el diálogo, las relaciones casi íntimas y cotidianas y las reflexiones al pasar para estructurar “La escuela del bosque”, largometraje filmado en su totalidad en Barcelona y en blanco y negro.

La quinta película de Castro, que arrancó en 2008 con “Resfriada”, propone recorridos sensibles y peca, de a momentos, de una excesiva “inteligencia” discursiva o de subrayar las pretensiones intelectuales de cierto sector cultural en su enfoque sobre el mundo y las artes.

La lejanía de Buenos Aires y la vida en España, acotaciones sobre los directores de orquesta y la música contemporánea, cómo disimular situaciones tensas o la revisión de fantasmas familiares que aún asechan, van ocupando las escenas en diálogos de jóvenes con necesidades básicas satisfechas que viven en Barcelona.

Todas estas películas, con reserva previa, se pueden ver a través del sitio de oficial del festival hoy, mañana y pasado.