
Por Elvira Yorio –
En los años cincuenta, siendo una pre-adolescente, me enamoré locamente de la escritura de Aldous Huxley, y aún continúo fiel a ella. Es una prosa culta e inteligente que no envejece, por el contrario, parecería renovarse en cada nueva lectura, pese al transcurso del tiempo. Alrededor de cada temática puntual, desarrolló originales historias y sus múltiples proyecciones. Tal vez, al leer su obra en distintas etapas de la vida, fui descubriendo perspectivas nuevas, de acuerdo a las variaciones de mi propia situación temporal.
Confieso que desde la primera lectura quedé deslumbrada por ese infinito abanico de posibilidades, de pronto abierto a mi comprensión. El libro era: “El tiempo debe detenerse” (1944): tras una historia si se quiere simple, se despliega un entramado psicológico y filosófico, expresado en el accionar de un adolescente que las circunstancias madurarán, a pesar suyo. Describe magistralmente el contacto del protagonista con personajes que van a dejar en él una profunda huella: su tío, un hombre en apariencia cínico, materialista, gozador de la vida, y sin embargo, no exento de cierta dosis de sabiduría; otro ser, profundamente espiritual, que le provocará inusitadas reflexiones e incidirá en su vida futura, o una mujer madura que despertará su sensualidad. Es fascinante comprobar la evolución de ese muchacho a lo largo de quince años. Ver cómo, después de una prolongada crisis, logra elaborar y superar sus miedos, culpas y contradicciones. La frase de Shakespeare que luce al comienzo del texto, desarrolla todo su profundo sentido a través de la narración. Contiene una reflexión sobre la fugacidad de la existencia y cómo se conjuga el tiempo con la eternidad: “Pero el pensamiento es esclavo de la vida. Y la vida se deja engañar por el tiempo, y el tiempo, que cuida del mundo todo, debe detenerse.” En efecto, corresponde a la obra “Enrique IV”, escena en la cual Hotspur pronuncia esas palabras. Al emprender la lectura de otras obras de Huxley pude advertir la profunda influencia que recibió del máximo exponente de la literatura inglesa.
Otro libro que merece una detenida lectura es “Contrapunto” ( 1928). En esta magnífica novela se aborda una historia cuyo protagonista es Philip Quarles, escritor y crítico musical, cuya formación intelectual determina una peculiar visión del mundo. Tal vez demasiado racionalista, intenta preservar sus opiniones de cualquier elemento externo que le haga perder su objetividad. Como de alguna manera parece anticiparse desde el título, el autor traza un paralelismo con la composición musical, esa permanente tensión entre los opuestos que en uno u otro extremo, prevalecen o declinan según las circunstancias. Así la diversidad y la unidad, la armonía y la divergencia, las relaciones privadas y las que se desarrollan en la sociedad… Los personajes de la novela, a semejanza de los instrumentos en una orquesta, entablan un diálogo armónico o desentonan. Subyace como telón de fondo, una crítica hacia la sociedad del siglo XX, su materialismo y consiguiente descenso de los valores espirituales. Destaco como muy significativo que, algunos de los personajes que cobran vida en la novela, fueron personas del entorno de Huxley. Algunos más fácilmente identificables que otros. Por ejemplo, el gran escritor inglés H.D.Lawrence, bajo el nombre ficticio de Rampion, expone su particular criterio sobre la sexualidad, la naturaleza humana, sus objeciones ante el espectro materialista que presenta la sociedad en la que vive…
“Un mundo feliz” (1932), parecería haberse inspirado en “La tempestad” de Shakespeare. En una y otra obra se desenvuelven utopías e ideas sobre un mundo idealizado. Es una de las novelas más conocidas de Huxley, en rigor, una distopía basada en el desenvolvimiento de una sociedad manipulada y controlada, con escaso o nulo margen para la existencia de la libertad individual. Fue un texto anticipatorio, ya que desarrolló ideas sobre la fecundación artificial (in vitro), prácticamente desconocidas en la época de publicación del libro y también expuso tópicos actuales como la manipulación de la información, la dominación mediante la hipnopedia, el conformismo de una sociedad que va perdiendo su individualidad, la esclavitud tecnológica, el escapismo del sufrimiento a través de drogas, el consumismo desenfrenado, la mansa aceptación del sometimiento por una sociedad que ha dejado de pensar. Años después, publica el ensayo “Nueva visita a un mundo feliz” (1958). Han transcurrido solo veintiséis años, y comprueba con gran preocupación que las previsiones imaginadas para cumplirse muchas décadas después, han comenzado a concretarse. El proceso pudo verse acelerado por la creciente globalización y formas modernas de publicidad y propaganda, que inciden nocivamente en la formación de la opinión pública.
La última novela de Huxley es “La isla”(1962). También allí construye un tipo de organización social que tiene mucho de utópico, en una isla llamada Pala. Al igual que en todas sus otras novelas plantea con versación y profundidad temas sobre la moralidad, la ética, la naturaleza humana y sus contradicciones, recordando algunas reflexiones de Próspero, en La Tempestad. Hay una referencia permanente a la educación, tema central en toda la obra de este autor. En Pala se implementa una educación para la libertad. Propicia el desarrollo integral del individuo fomentando la creatividad en un marco de responsabilidad, estimulando el pensamiento crítico. En el territorio donde transcurre la historia, hay multitud de pájaros parlantes recordando a los habitantes que deben vivir el presente, dicho mensaje evoca la exhortación de Horacio, “carpe diem”, o sea: vive el día.
Huxley cultivó con igual maestría varios géneros. Vg , ensayos. Efectivamente, “La filosofía perenne”(1945) donde nuevamente cita a Shakespeare para referirse a la condición humana , su naturaleza y realidad. También “Las puertas de la percepción” ( 1954) otro ensayo en el que menciona ideas de ese autor, aunque también remite a William Blake cuando este expresara: “Si las puertas de la percepción quedaran depuradas, todo se habría de mostrar al hombre tal cual es: infinito “. Huxley describe cómo las drogas alucinógenas, al eliminar el filtro que al mundo de lo real impone el cerebro humano, posibilitan una percepción distinta y más amplia del universo. Desde luego que también advierte sobre los peligros de esas sustancias. Los riesgos de su ingesta sin supervisión médica, la dependencia y la posible interacción con la salud mental. “Cielo e infierno” ( 1956) ilustra al respecto. Mucho más podría decirse de este genial escritor, cuya lectura siempre despertará agudas reflexiones sobre temas esenciales a la humana condición. Murió en 1963 en Estados Unidos, su última residencia, el mismo día que asesinaron al presidente Kennedy, tal vez por esa circunstancia, la noticia de su desaparición quedó entonces relegada a un segundo plano. Fue uno de los pensadores más egregios del siglo XX. La genialidad que lo caracterizó era genética. Provino de una familia de excepcionales talentos: su abuelo Thomas Huxley, discípulo de Darwin; su hermano Julian Huxley, eminente biólogo, director general de la Unesco; otro hermano Andrew Huxley, también biólogo, premio Nobel; su padre Leonard Huxley, escritor y otros familiares también se distinguieron en sus respectivas profesiones.
Fotografía: Archivo web.