La escuela habla en AM, los alumnos escuchan en streaming

Old vintage Radio, classic style

Profesor Por Dr. Luis Sujatovich*

En la actual cultura digital, la escuela continúa organizada bajo los parámetros de la modernidad: horarios segmentados, aulas cerradas y saberes jerárquicos.
Mientras tanto, los jóvenes habitan ecosistemas culturales rizomáticos, colaborativos y multimodales.

Este choque no es generacional: es epistémico.
La institución busca transmitir un canon, mientras la subjetividad contemporánea produce y negocia sentidos en redes, videojuegos y plataformas.

¿La llamada “innovación educativa”?
Suele limitarse a incorporar memes o aplicaciones, sin cuestionar la gramática profunda del sistema escolar.
Así, lo que se presenta como diálogo termina siendo un monólogo maquillado de modernidad.

Los consumos culturales: mucho más que entretenimiento

Un videojuego, una serie o un perfil en TikTok no son simples pasatiempos: son territorios de sentido donde se construyen identidades, se negocian valores y se experimentan formas de comunidad.

Estos consumos operan en cuatro dimensiones entrelazadas:

  • Hermenéutica (interpretación)
  • Política (disputas de poder)
  • Estética (placer y emoción)
  • Social (validación colectiva)

Cuando la escuela reduce esta complejidad a un recurso motivador, mutila su potencia crítica y formativa.
El resultado: actividades que parecen “divertidas”, pero que los estudiantes perciben como artificiales, porque desactivan la riqueza simbólica que hace significativo el consumo en su contexto original.

Reconocer los consumos culturales como espacios de producción simbólica implica comprender que allí también se elaboran narrativas sobre el mundo, se ensayan lenguajes y se generan modos de ciudadanía.
Ignorar esta dimensión equivale a renunciar a una de las principales fuentes contemporáneas de aprendizaje informal y de socialización cultural.

La tarea pedagógica no debería ser domesticar esos consumos, sino analizarlos, reinterpretarlos y expandir sus posibilidades expresivas y críticas.

Más allá del meme: hacia una innovación con sentido

Innovar no significa sumar recursos digitales o incorporar modas culturales: significa abrir la escuela a otras lógicas de producción de sentido.

Los consumos juveniles pueden funcionar como disparadores para pensar críticamente el mundo, siempre que se los aborde en su espesor simbólico y no como simples estrategias de motivación.

El desafío consiste en generar experiencias que conecten con lo estético, lo político y lo hermenéutico, permitiendo que los estudiantes produzcan conocimiento y no solo lo reproduzcan.

Asumir esta perspectiva supone aceptar que enseñar en la contemporaneidad implica también aprender a leer los lenguajes de la cultura digital.

Solo una escuela que se atreva a leer la cultura contemporánea desde dentro —y no desde la nostalgia de lo que fue— podrá construir una innovación que renueve el sentido ético y pedagógico de enseñar en la actualidad.

*Docente e investigador – Colaboración para En Provincia.

Fuente de la imagen:https://www.freepik.es/foto-gratis/musica-electrica-fondo-antiguo-retro_1047499.htm#fromView=keyword&page=1&position=1&uuid=880261cf-d893-4788-b392-b1f97838cb79&query=Retro+radio