Santiago Adaime “Como si se tratase de un vuelo”

Por Guillermo Cavia –

Santiago Luis Adaime heredó de su padre la amabilidad, la hospitalidad, la educación y la nobleza del cedro, que son características de quienes nacen en el Líbano. Pero también la conexión cosmopolita, la habilidad para moverse y la construcción de un hogar sólido, que aflora en su andar, todo esto adquirido de su madre, que es de descendencia irlandesa.

La oficina de Santiago en la Dirección Provincial de Aeronavegación Oficial y Planificación Aeroportuaria, apenas ha cambiado. Los sillones permanecen en el mismo sitio desde hace años, se ha movido el escritorio y fue removido el piso, que dejó el alfombrado por mosaicos, ahora simulan el mármol. Sin que se pueda vislumbrar, hay también muchas otras cosas que se han transformado porque Aeronáutica de la provincia de Buenos Aires tiene 85 años.

Tras sus lentes, los ojos redondos de Santiago, dejan escapar claramente el amor por la aviación, por el arte de volar, que es ni más menos, el instante preciso en que quién comanda una aeronave, avión o helicóptero, lleva a la máquina hacia el cielo. Ese soplo exacto se da en el momento de volar y Adaime lo conoce muy bien, lo hace desde hace mucho tiempo y de su mano se han capacitado y recibido, Pilotos Comerciales, también de las Fuerza Armadas, nacionales y extranjeras, Civiles y Deportivos.

El 15 de febrero de 2021 se hizo cargo de la Aeronáutica de la Provincia de Buenos Aires. No le costó demasiado darse cuenta las condiciones en que se hallaba la misma. No solo la pandemia de Covid-19 afectaba el lugar, sino la necesidad imperiosa de ordenar un sitio que se dirigía, de forma segura, a su desaparición. Los factores de ese escenario eran diversos, una gestión que no había podido entender la importancia del sitio y también el desorden que se podía observar en las instalaciones: lo edilicio, el predio y sus 100 actores, que no tenían el estímulo necesario para un giro a esa realidad, ni la fortaleza de soportar un cimbronazo más a la situación “estaba el espíritu quebrado” dice Santiago.

Santiago Adaime, una mañana de febrero en la DPAO y PA reunió a quienes tenían responsabilidades en la dirección. Les habló y entre muchas cosas les dijo: “Laburamos todos o desaparecemos de un plumazo” fue simple y contundente. Se trataba de la primera reunión con las personas encargadas de las distintas dependencias: Mecánicos; Hangares, Servicios Generales; Administración; Operaciones Aérea; Aeródromos. En ese principio de “la unión hace la fuerza” era el momento de comenzar un camino distinto. Una nueva administración.

Desde ese día recorre de lunes a viernes 240 kilómetros para ir y venir de su casa, en la localidad de San Miguel, hasta la Avenida 7 y calle 610 de la ciudad de La Plata, donde se encuentra el Aeródromo. Son unas 12 horas que lo mantienen fuera del hogar, pero según dice: “yo soy el primero que debe mostrar que pongo el cuerpo a este lugar, porque no hay otra manera de hacer que dedicarse a lo que se hace y, en una organización, hay que bajar señales”.

Helicóptero EC 145 de la DPAO y PA

Cuando tomó el desafío del cargo en la Dirección Provincial de Aeronáutica, solamente estaba en vuelo el avión Cessna 208 Caravan. De nueve aeronaves que podían estar en uso, sólo había una en capacidad de operaciones. Pero a más de un año de gestión dice sonriente: “ahora tenemos seis aeronaves en uso, lo hicimos entre todos porque se entendió el concepto. Además, en un año se concibió y voló más, de lo que se hizo en toda una gestión completa del Gobierno anterior”. Luego agregó: “abandonar el patrimonio de una provincia es un pecado capital”.

Detrás de Santiago Adaime hay un historial muy grande. A veces el destino está escrito y otras veces solo se debe encontrar el modo de leer lo que se cree como tal. Por eso recuerda que, en el cielo de su casa en Florida, localidad de Vicente López, siendo un niño, veía pasar las aeronaves que despegaban o aterrizaban en el Aeroparque Jorge Newbery, allí en muchas ocasiones subía a la terraza de su casa para observarlas pasar. Se tejía ese primer entramado, con la propia historia. Un umbral de lo que sería toda su vida. También algunos familiares habían elegido trabajar en la aeronáutica, lo que despertaba aún más su interés por la aviación.

La primera vez que voló tenía 13 años. Eran casi 60 alumnos de yudo que competían fuera de la provincia de Buenos Aires y en esa ocasión los trasladaron en un avión Hércules. Ese primer contacto con el aire no fue parte de un sueño, pero si con la conexión del principio del destino, que no se ve a esa edad, pero de alguna manera está escrito.

Hizo los cuatro años de la carrera militar dentro del Ejército Argentino, allí luego de terminar el Colegio Militar, fue enviado al Regimiento Aerotransportado 14 con asiento en la Provincia de Córdoba. Comenzaba su carrera directamente vinculada a la aviación, porque este lugar era el sitio de los paracaidistas de elite.

Malvinas no es un capítulo ajeno a su vida y el conflicto lo tuvo como Reserva Estratégica Militar. Esa experiencia derivó en un libro que tiene escrito, pero que aún no ha publicado. El Ejército le dio muchas posibilidades, enseñanzas, experiencias, fue allí donde se hizo piloto de helicópteros, hasta que se retiró como Teniente Coronel, luego de 31 años de servicio. Pero su instinto inquieto lo llevó rápidamente a seguir vinculado a la aviación. A la semana de su retiro se encontraba volando en África, a su regreso voló como piloto de pruebas del helicóptero CH 14 (proyecto del EA y la empresa Cicaré). Luego voló un helicóptero en la Provincia de Santa Fe y colaboró en la creación de la escuela de vuelo de helicópteros del Aeroclub Casilda.

Santiago Adaime vivió en África, Estados Unidos, en varios lugares de Argentina. Siempre lo hizo con una guisa, llevó su aprendizaje a distintos sitios y trajo también lo aprendido en otros lugares. Se movió solo, como buen infante, porque como dice: “un buen soldado de infantería va solo y si las condiciones están bien, recién ahí se lleva el resto”. Por eso su familia, su señora, su hija y dos hijos, lo han acompañado en todas las misiones posibles. Ahora está el matrimonio disfrutando de una familia mucho más grande con la llegada de nietas y nietos. Viajando todos los días a la ciudad de La Plata, para llevar adelante su trabajo en la DPAO y PA, cuya misión más importante es realizar aeroevacuaciones y vuelos de traslado de órganos, que posibilitan la esperanza de vida de personas.