Por Ana Unhold –
Me libero del mandato, de los miedos
a crecer, tener recelo, competir
y mirar con sospecha a las otras mujeres.
Me libero del cuento, a esperar un príncipe,
escondida en un bosque, encerrada en un castillo
o, tal vez, en el rincón de las hornallas.
Salgo a buscar lo que necesita mi alma,
que no siempre es un príncipe.
Me libero del mandato
que soy del sexo débil e insegura.
Como si no supiera encontrar mi lugar.
Que si alguien me daña y violenta,
sólo porque nací mujer,
no es lo que merezco.
Me libero del mandato social de ser madre.
Ser mujer no es lo mismo que ser madre.
Tal vez elija no serlo.
No quiero un castillo encantado.
Sólo concretar mis sueños
más allá de la belleza,
desde el alma y no de un cuerpo perfecto.
Quiero una vida
donde las mujeres encontremos paz,
unas con otras, como hermanas, compañeras.
No somos brujas malas,
somos sabias, conocemos nuestro cuerpo,
vivimos la sexualidad, enfermeras, consejeras,
transmisoras de saberes.
Quiero una vida
donde las mujeres que me rodean,
en unidad, comprensión y lugar
sean mis hermanas.