
Por Martín Zuccato –
Yo no creo en fantasmas, pero si existieran, quisiera tener un fantasma maravilloso.
Un fantasma de la gente de antes, esos que saltan de las fotos en blanco y negro.
Con olor a humedad, a papeles viejos, a tabaco.
Con saco negro y corbatas a rayas.
Con anteojos de marco grueso.
Con una sonrisa en la cara.
Un fantasma en color cepia,
Leyendo un libro con la radio prendida.
O con el diario abierto en la página de los chistes.
Enseñándome a entrar a una biblioteca.
O a una cancha de fútbol.
Poniéndome un libro en la mano, o una bici, o un disco.
Un terrón de azúcar, un cortado, un reloj pulsera o una palabra.
Y una copa de anís. O de cinzano.
Yo no creo en fantasmas, pero si existieran, quisiera el fantasma de mi abuelo.