Gustavo Petro alimentó el refrán popular que asegura que “la tercera es la vencida”: el exalcalde bogotano logró un triunfo resonante en su tercer intento por llegar a la presidencia de Colombia y asumirá ese cargo en agosto.
Debió esperar 212 años Colombia para tener un mandatario de izquierda, con un discurso favorable a un cambio profundo, que llega después de una sucesión de mandatarios liberales y conservadores.
El triunfo le reserva un lugar en la historia, porque además de ser el primer presidente de izquierda consiguió, claro, la votación más alta para el sector, en un país marcadamente conservador, lo que le valdrá todavía más respeto entre el progresismo de la región.
El resultado llegó en base al armado de una amplia alianza que reúne a fuerzas de izquierda, feministas, ambientalistas, juveniles y sindicales, todas en torno de Colombia Humana, el partido que él mismo fundó.
Constituye un dato enorme que en un país marcado por el accionar de la guerrilla sea justamente un exinsurgente, integrante del M-19 –de las primeras organizaciones que firmó la paz y se pasó a la vida civil- el que se quede con la jefatura del Estado, que ya había buscado en 2010 y 2018.
Antes de esta victoria, Petro pasó por la alcaldía de Bogotá y por el Congreso. En los dos puestos su tarea fue ruidosa.
En 2012 ganó la alcaldía capitalina, de donde fue destituido después de una investigación sobre el sistema de recolección de residuos. Se le prohibió entonces ejercer cargos públicos por 15 años, pero esa sanción fue un búmeran para los sectores que lo habían tumbado, porque Petro logró un impulso popular de relevancia y, además, la Corte IDH lo repuso en el cargo en 2014.