No todos podemos ser como la Legrand

Por Greta Lapistoy –

Uno de los temas de esta semana fue la reaparición de uno de los íconos de la televisión argentina, la señora Mirtha Legrand. Algunos seguramente habrán hecho algunas críticas en la intimidad pero por respeto a su trayectoria en todos los medios la elogiaron y bien merecido lo tiene porque llegar así a su edad es realmente admirable.

Varios programas televisivos aprovecharon la ocasión para entrevistar a médicos y consultarles los secretos para llegar como “la señora” a esa edad. Su lucidez es una de las características más destacables. En una de las tantas entrevistas uno de los especialistas dijo que no solo era necesario cuidar el cuerpo con una alimentación saludable sino también la mente con pensamientos positivos, además de dormir la cantidad de horas aconsejables y evitar el consumo de psicofármacos para conciliar el sueño porque a futuro podían generar pérdida de memoria. El periodista, bien informado, le retrucó diciéndole cómo se lograba eso si Argentina era uno de los países donde más se consume clonazepam y a pesar de las recomendaciones que dio el médico para poder conciliar el sueño sin medicación no terminó de convencer al entrevistador. Tal vez porque muchas personas no lo consumen para descansar de noche sino para mantenerse calmos de día, ante circunstancias que los alteran o los utilizan para controlar la ansiedad.

Hace años elegí entender la ansiedad como unas inmensas ansias de vivir que chocan con la incertidumbre que nos da la vida. Nadie tiene el futuro asegurado, pero en un país inestable donde no sabemos si volvemos vivos a nuestros hogares esa incertidumbre se acrecienta y ese choque interior es más fuerte.

Uno se pregunta si el consumo de ansiolíticos disminuiría  si cada cual haría de forma correcta lo que debe hacer. Es decir, si no fuera necesario llamar cinco veces para lograr que den de baja un servicio, si al esperar el colectivo para ir a trabajar no debemos verlo pasar con la total indiferencia del chofer que arbitrariamente decidió no parar porque no tenía ganas de frenar; si cuando aprovechamos una promoción bancaria que nos ofrece descuentos no fuese necesario reclamar el reintegro; si no tuviéramos que esperar años para que finalice un trámite; si no viéramos que mezclan las bolsas negras de residuos con las verdes que separamos con tanto esmero para cuidar el planeta y así podríamos seguir enumerando una larga lista de motivos por los que más de una vez ví a algunas personas acudir a un clonazepam, alplazolam u otro psicofármaco que los ayude a “no perder los estribos”, como dicen en el campo. Porque todas las situaciones que nombramos nos agotan, nos enojan, nos angustian y nos hacen sentir impotentes.

Mirtha Legrand

Cuando era niña, con total inocencia, le decía a mi abuela por qué no se maquillaba  o se vestía como Mirtha. -Ella tiene tu edad y se mantiene en forma y alegre a pesar de los años-, continuaba  con la intención de motivarla para que disfrutara de la vida. Recuerdo que siempre me respondía lo mismo: -Ella tiene mucama, tiene dinero, no tiene las preocupaciones que tengo yo-. Obviamente era pequeña y todavía no entendía el funcionamiento del mundo, así que le seguía discutiendo: -No tiene nada que ver la plata, es una cuestión de actitud- le contestaba con una soberbia que no cabía en mi pequeño cuerpo. La mirada fulminante que me lanzaba era el final de la conversación que meses después volvería a repetirse durante años. Hasta que un día me tocó ser responsable de mi hogar y ahí entendí las palabras de mi abuela, la verdad de aquellas diferencias. Contra la experiencia es difícil ganar una discusión.

La duda que se me generó luego de escuchar al doctor es la siguiente: ¿Millones de argentinos están condenados a no tener esa lucidez luego de cumplir los 90 años tan solo porque viven un estrés diario que la Legrand no vive? Entonces, llego a la conclusión que por más lechuga que coma y ejercicio que haga si tengo que discutir a los gritos para que alguien escuche un reclamo mío nunca llegaré en ese estado.

¿No todos podemos ser como Mirtha Legrand o el mal funcionamiento del sistema, en todos sus aspectos, no nos deja serlo?