Por Andrés Mazzitelli –
El Cantautor presentó su primer show por streaming.
Jairo: Voz, guitarra de nylon y acústica. –
Yaco González: Percusión y voz. –
Matías Martino: Piano (invitado). –
Jairo es una de las voces más significativas de la historia musical de nuestro país, y el hacedor de varias de las canciones más queridas del cancionero argentino. Pero, por si todo eso fuera poco, Jairo tiene un plus, una cualidad acaso mágica: se convierte por momentos en una especie de conexión viviente, unas suerte de canal abierto (por él mismo) a través del cual podemos viajar y re encontrarnos con lo más selecto de nuestros cimientos culturales: Astor Piazzolla, Horacio Ferrer, Jorge Luis Borges, Julio Cortazar, Atahualpa Yupanqui, María Elena Walsh, Daniel Salzano, y sigue la lista.
Sin un ápice de soberbia ni grandilocuencia, con la humildad y la sonrisa amiga que lo caracterizó siempre, Jairo los evoca y convoca en historias y canciones. Y es que este cordobés entrañable y parlanchín ha vivido un viaje artístico formidable, desde su Cruz del Eje natal hasta el Olimpia de París ida y vuelta, pasando con éxito por Austria y España, codeándose con leyendas de la talla de Nana Moskouri o Charles Aznavour, manteniendo su brillo por más de medio siglo.
“Rumor de nido” fue su primera experiencia por streaming. El título proviene de una línea de “Milonga del Trovador”, composición que le dedicaron los mismísimos Piazzolla y Ferrer.
Desde la intimidad del living de su casa, rodeado de sus libros (en la casa hay 7 bibliotecas), fotos y pinturas, Jairo inició el show con “Milagro en el Bar Unión”, “Trópico de Amor”, “Duerme Negrito” y la ya clásica “Carpintería José”, para continuar con una sentida versión de “Zamba de mi Esperanza” y la recordada “Tiernamente amigos”, de Víctor Heredia. Allí se sumó, grabación mediante, el pianista cordobés Matías Martino para “Milonga del Trovador” y llegar al bello poema de Sebastián Monk “Si fuera posible”,sobre los hijos, colmado de emoción. La lista de lujo, que fue un cuidadoso collage de épocas, siguió con “Me encanta esta hora del día”, “Ángel y demonio” , “Naranjo en flor “(también con Martino al piano) y “Los Enamorados”, para acometer luego con una seguidilla de clásicos: “El Valle y el Volcán”, “Amigos míos, me enamoré”, “Para verte feliz” y “Caballo loco”. El tramo final fue para “Hay una niña en el alba” también de Piazzolla y Ferrer, “El recuerdo de París” y una gran versión de “La Boheme” en francés y a dúo con su hijo Yaco (que además se encargó de la percusión durante todo el espectáculo). Luego vinieron “El Ferroviario”, para redondear la zaga fecunda de colaboraciones con el poeta Daniel Salzano, “Chacarera de las piedras”, de Atahualpa Yupanqui y el cierre con “Morir enamorado”.
El “Ave María” de Schubert, a pura voz, fue una especie de bis-broche de oro para 2 horas de actuación, con sonido y técnica general excelentes.
Excepto lo mencionado, Jairo sostuvo todo el show con su guitarra, sumando a veces un sutil colchón de cuerdas que dosificaba él mismo. Su voz hizo el resto.
Cierta sensación de desolación emanaba de ese living cargado de recuerdos al final de cada fantástica interpretación. Faltaba la lluvia de aplausos y se sentía, como en todos los shows por streaming. Así es la escuela de estos nuevos tiempos. El artista aprende a actuar sin oír aplausos y el público aprende a aplaudir sin ser oído. No se Ustedes, pero yo no espero graduarme nunca en esa escuela…
Jairo hizo un gran esfuerzo al encarar esta nueva forma de llegar a su público. Él mismo admitió que la pandemia lo había desanimado. Durante los últimos ensayos incluso sufrió un derrame en su ojo izquierdo que hizo peligrar el estreno.
Sin embargo salió airoso a fuerza de talento, calidad humana y un material musical exquisito.
Después de todo, como él mismo dijo – “¡No hay nada como cantar!”