
Dr. Luis Sujatovich – UNQ – UDE –
La distinción entre nativos e inmigrantes digitales, producida por Prensky en 2001, conforma una de las confusiones más flagrantes del naciente siglo XXI, tanto por su errónea interpretación como por la enorme repercusión que aún tiene. Es una forma consagrada de denominar a las nuevas generaciones, incluso suele funcionar como un sinónimo con pretensiones científicas. Sin embargo, se trata de un gran mal entendido agravado por la escasa potencia descriptiva del concepto. Su pretensión fue sólo examinar – sin ningún tipo de rigurosidad metodológica – las rutinas de un grupo de estudiantes universitarios de Estados Unidos. Sus consideraciones acerca de las diferencias entre un grupo y otro resultan muy arbitrarias, se pregunta Prensky “¿Cuáles serían, a grandes rasgos, las diferencias entre Nativos Digitales e Inmigrantes Digitales? Quieren recibir la información de forma ágil e inmediata (…) Prefieren los gráficos a los textos (…) Prefieren instruirse de forma lúdica a embarcarse en el rigor del trabajo tradicional”.
La menesterosidad teórica es abrumadora, ¿no es cierto? No conozco a nadie que opte por una contestación demorada, imprecisa e incomprensible. Respecto al lenguaje icónico, su origen se remonta a los inicios de la humanidad, por lo tanto no es privativo de una generación. Y sobre la dimensión lúdica, quien haya realizado un deporte sabe muy bien que prefiere jugar que entrenar. Tanto es así que se soporta el rigor físico sólo para disfrutar del partido. No son las únicas cualidades señaladas, pero todas padecen la misma condición.
No es esta indigencia teórica su peor defecto, ya que omite un asunto clave en las sociedades modernas: las grandes diferencias sociales. En su afán por omitir cualquier forma de marxismo, son capaces de obviar las desigualdades, como si desaparecieran por un ejercicio discursivo. En consecuencia, el autor elije (y en ello es plenamente consciente, por supuesto) la variable edad y no ingresos económicos. Y ello no deja de ser miserable. ¿O acaso cuando vamos a una tienda o cuando contratamos el servicio de Internet sólo nos solicitan nuestro documento? ¿Una niña pobre es nativa o inmigrante digital? ¿El decano de cualquier facultad de informática en cuál categoría debería enlistarse?
Tampoco hallo una respuesta convincente acerca de los frecuentes peligros que existen en la red en relación a estafas, mal tratos y engaños que suelen tener de víctimas a las nuevas generaciones. El grooming, lamentablemente, es un ejemplo paradigmático. Si nos atenemos a las definiciones de Prensky este hecho sería improbable, ya que unos hablan un idioma de forma natural y los otros con dificultades, casi con torpeza. Y si se trata de un ámbito que les pertenece por defecto las niñas y niños ¿de qué forma podría un inmigrante triunfar con su simulación?
No se trata entonces de un simple equívoco inocuo, sino de una manera de abordar la complejidad de las múltiples relaciones con las tecnologías que no puede resumirse a una dicotomía extraída de unas anotaciones sin fundamento.