Por Dr. Luis Sujatovich* –
El discurso ofrecido por Milei luego de asumir la presidencia de la Nación tiene una cualidad histórica: no puede analizarse mediante ninguna de las teorías de comunicación que se han creado hasta el momento, por un simple motivo: todas buscaron una explicación al vínculo entre medios y sociedad partiendo de la premisa del uso de su influencia para que ciertas ideas cobraran legitimidad. La cuestión del engaño y de los interese ocultos del poder han sido, sin dudas, uno de sus aportes más reveladores.
Sin embrago, ninguna puede dar cuenta del motivo por el cual una multitud de votantes pudo celebrar un discurso que, sin ambages, daba cuenta de una propuesta que se mostró perjudicial para muchos de ellos (y de nosotros también). Quizás la confusión nazca del error de suponer que si se defiende un sistema económico no se efectúa, implícitamente, un respaldo a quienes se benefician con él. Ante la imposibilidad de contribuir al análisis desde la comunicación, se vuelve oportuno intentarlo desde otro de los relatos que aborda la conducta humana, pero sin pretensiones científicas: la literatura.
Tomas Mann en “Mario y el mago” podría se runa referencia apropiada, ya que se burla del fascismo creciente en Europa a inicios de la década del ’30, pero hace referencia a la creación de ilusiones (tan ridículas como peligrosas) que impiden el pensamiento racional del púbico que observa sus actos. No nos sirve, aunque el fascismo sea un término muy (mal) usado en Argentina. Además, la base del relato es la fascinación que impide comprender los mensajes ocultos y, nada de eso parece ocurrir con Milei y sus adeptos.
Si hemos pasado de la estratagema a la diatriba sin pudor, quizás se podría imaginar que nuestra sociedad, al menos temporalmente, ha decidido que es mejor evitar el gradualismo, por ejemplo, como sucede en “Casa tomada” de Julio Cortázar. Nadie quiere ir perdiendo de a poco su lugar, lo cual no significa que exista voluntad de enfrentar al mal, sino más bien de adoptar otra actitud. Y no precisamente la de Rodolfo Walsh en “Esa mujer”, pero igual puede resultar de utilidad para advertir que de allí nos llega, acaso furioso por los años de espera, una invectiva que configura un desplazamiento hostil: ya no queremos compartir, queremos competir. La distancia entre la a y la e marca el derrotero de nuestra desgracia.
Si tuviésemos que ocupar un rol en la conversación entre Walsh (autor y coprotagonista) y el general (acaso también coprotagonista), sabemos que no pocos considerarían que cualquier atropello al cuerpo de esa mujer sería un acto de justicia, les conmueve la venganza, o, mejor dicho, la posibilidad de ejercer violencia contra los sectores populares. Tal vez sea el modo (brutal) de lidiar con una condición a la que pertenecen y a la vez odian. Y porque lo saben, buscan reprimirlo de ese modo. Celebran la contusión que se infringen, son conscientes de la autoría de su dolor y están satisfechos. Saben que el cuerpo de esa mujer podría ser el de su madre, pero igual apoyan su desaparición.
*Investigador – Profesor Universitario – UDE – Universidad Siglo 21 –
Fuente de la imagen: https://lo-imborrable.blogspot.com/2017/07/cortazar-walsh-agamben-una-breve.html