Por Margarita Morales –
La angustia le oprimió el pecho al despertarse. Nuevamente el sueño se repetía: Lo veía a su hermano menor muerto tendido en el piso. Una sensación de impotencia e inexplicable sensación de culpa le continuaba durante todo el día.
Gerardo tenía un espíritu muy sensible, desde pequeño aprendió música y la interpretó con un valioso violín Stradivarius heredado de su abuelo. Hoy a los 28 años integraba la orquesta estable del teatro Colón.
Como los sueños interferían en su concentración decidió entrevistar a una psicóloga. Después de varias sesiones sin resultado alguno, la profesional le explicó que muchas veces los sueños son recuerdos incompletos de encarnaciones sucedidas en vidas pasadas. Le aconsejó que viera a una mujer que podía llevarlo a tomar conciencia de alguna vida anterior, y que en general esa que molesta es la que se manifiesta en la terapia.
Gerardo nunca creyó en esas cosas, pero como se lo había recomendado una profesional, pensó que tal vez pudo haber tenido resultados positivos con algún paciente.
Cuatro días después viajo a San Isidro con su novia Leticia que insistió en acompañarlo a la entrevista que tenía con la parapsicóloga.
Llegaron a una hermosa residencia. Los atendió una mujer de aproximadamente 40 años que se presentó como Claudia Cardoso
— ¿Quiere que su acompañante esté presente en la terapia?–le preguntó.
—Sí por favor–contestó nervioso Gerardo.
Lo hizo tender en un diván y le preguntó:
— ¿Qué desea conocer de su vida pasada?
—Sólo saber si hay algo más aparte de esta vida.
— ¿Tal vez piensa que alguna habilidad suya le ha venido de una vida anterior?
—No, solo curiosidad–le dijo.
En ningún momento mencionó el sueño repetitivo que tanto le molestaba–Leticia le había dicho que le inventaría una historia cuando él le contara el sueño.
—Bueno dejaremos que vaya donde su subconsciente lo indique. Haremos una terapia libre.
Le explicó que le haría una hipnosis pero no perdería su estado de conciencia como ocurre durante el sueño.
Gerardo empalideció y la miró a Leticia como pidiendo auxilio.
La profesional le dijo que se relajara y pensara en un lugar agradable, que protagonizara las imágenes como si fuese una película.
Le pidió que retrocediera en el tiempo y el espacio atreves de un túnel imaginario mientras ella contaba del 1 al 10.
Al finalizar el conteo Gerardo ya se encontraba en otro lugar, en otro tiempo y en otro cuerpo. Las imágenes le llegaban en forma de flashes: Se vio de 9 años acompañado de su hermano. Ambos estaban mirando al padre en una clase de esgrima –Aunque los rostros diferían de los actuales él sentía que esos personajes eran de su familia.
En la siguiente escena se veía él en un cuerpo adolescente, sintió una sensación de horror y arrepentimiento que reflejaba en la cara de espanto. Su hermano estaba tendido en el suelo con un estoque clavado en el pecho, de su mano derecha había dejado caer el florete, Un gran frasco que oficiaba de pecera estaba roto en el suelo, el agua corría por el piso mientras un pececillo dorado luchaba por sobrevivir.
Realizado en el Taller de Cuentos de “Al Pie de la Letra de María Mercedes G”