La búsqueda

Por Graciela Formoso –

Detrás del mostrador, el anticuario respondía las preguntas del comprador acerca del antiguo florete en cuya empuñadura, tenía una borrosa fecha  y lugar de origen. –se cree que  sirvió para poner fin a una historia de amor en casa de los Achaval-Peña, cuando,  la menor de sus hijas, anunciaría esa tarde el compromiso con el hombre que la había rescatado en una noche de tormenta cuando su carruaje perdió el rumbo y el caballo fue alcanzado por un rayo-, dijo. Agregó, también que Felicitas, viuda de un hombre mayor impuesto otrora por su progenitor, estaba plenamente dedicada a su arreglo personal, en el momento en que su  primo sin esperar respuesta al  anuncio para hablar con ella, entró en la estancia  y clavole el frío metal sin mediar palabra. Los celos por el anterior marido y ahora por el apuesto caballero con quien había compartido una noche de viento y lluvia, nubló su psiquis con el alcohol,  al punto más vil de la existencia humana. La muchacha más bella de Buenos Aires y, al decir de un famoso periodista, “de  la Argentina”, sucumbió en el acto sobre el ajuar tan perfectamente detallado e impecable que recibió de su madre para su segundo matrimonio.

Ante semejante historia, salpicada por el dolor de la familia y amigos desconcertados, quedó en silencio de esa tarde-noche, el violín, moteado con  seca sangre, que el prometido iba a hacer uso en tan virtuosa ocasión. Se murmura que en cada aniversario de la muerte de Felicitas, los sensibles acordes de un instrumento a cuerdas anuncia la salida de una etérea y sutil figura de blanco  que rodea los alberos del mausoleo familiar.

El comprador ávido de leyendas urbanas o mitos del Buenos Aires de antaño, preguntó al cansado pignoratario sobre un jarrón con tapa inclinada y por ende oxidada, que se hallaba casi enfrente a la entrada del local. No le pasó inadvertida una pequeña hoja , alguna vez azul,  adherida en el fondo del vidrio, a pesar de la opacidad de sus gruesas paredes, y preguntó por su  precio. El vendedor, antes de mencionar el mismo, (vaya uno a saber si es cierto),  respondió:-dicen que allí ponían joyas y flores secas   que la novia guardaba celosamente de antiguos  pretendientes- continúe hasta la esquina, siga por el empedrado, San Telmo quedó igual-, las mismas casas , algunas remozadas, y otras con el descascaro propio que  delimita el tiempo, gire a su derecha y encontrará,  la vivienda donde velaron a Felicitas . Su cuerpo, señor, percibirá en el ruido de los carruajes que llegaron esa jornada, el agobio de sus travesías, la vibración de los adoquines por las hoces de los equinos y una levedad corpórea, como si usted  estuviera en el mil ochocientos y tantos-.

Realizado en el Taller de Cuentos de “Al Pie de la Letra de María Mercedes G”