Javier Milei & Federico Sturzenegger: la banalidad del mal

Por Luciano Sanguinetti* –

Supongo que muchos estamos sorprendidos. En menos de una semana pasamos de una suba del dólar de más del 115 % de la moneda al anuncio de la liquidación del Estado tal como lo conocemos, en aras de una idea de libertad que impulsa a los poderosos a tener más poder. Fue un golpe duro el anuncio por cadena nacional del decretazo dispuesto por Javier Milei. Estaban ahí, esos diez o doce funcionarios. Parados o sentados alrededor del Presidente. No era solo un mensaje del jefe de Estado. La imagen parecía decir otra cosa. Salvo que mi memoria me falle, nunca hubo un plano detalle; una imagen en primer plano de quien leía, que casi nunca levantó la vista del texto, como si buscara escamotear la mirada de sus imaginarios destinatarios. ¿Por qué?

El ambiente era frio, distante, abismal, que el reflejo del espejo sobre la mesa estilo Luis XV o los biseles de las ventanas laterales agrandaban. Arriba, en el centro, una estatua de mármol, blanca, pulcra, aumentando la impresión versallesca. En casa, tenía la impresión de estar escuchando la lectura de una sentencia. Como si estuviéramos delante de un jurado. Del otro lado de la pantalla, seguramente, éramos muchos los que nos preguntábamos qué crimen cometimos, pero en ese momento reparé en el tipo que estaba parado a la derecha de Milei, el único con un traje de otro tono, celeste. Como yo, muchos tuiteros comenzaron a observarlo. ¿En función de qué Federico Sturzenegger está parado ahí?, se preguntaban. Porque de él se trata. Hasta ese entonces, el exsecretario de hacienda del gobierno de Fernando de la Rua, el expresidente del Banco Central del gobierno de Mauricio Macri, y, si quieren más antecedentes, el ex asesor financiero de YPF durante el gobierno de Carlos Menem, no tenía un cargo. Claro, es el autor del DNU, el mismo asumió esa autoridad en un video para Instagram, en el que, muy jocoso, le cuenta a Patricia Bullrich que su trabajo estaba terminado. Más de 300 leyes borradas de un plumazo, sonríe. ¿Pero estaba ahí en carácter de qué? No es ministro, no es secretario de Estado. ¿Es el autor intelectual, el orfebre secreto de aquel plan? Avanzada la noche, los analistas económicos y periodistas de diferentes medios comenzaron a poner blanco sobre negro el documento anunciado por el Presidente. El DNU, como señalaron, es un plan de negocios. Negocios para la industria farmacéutica, negocios para Elon Musk, negocios para el sector agrario, negocios para los industriales. ¿Sturzenegger es el garante de esos negocios? Además, por qué en ese plan aparece la necesidad y urgencia de reducir las licencias por maternidad. ¿Cómo afecta eso en el déficit fiscal, en la bola de leliqs, en la brecha cambiaria? Resulta extraño. Pero ahí está Sturzenegger, con su saco celeste claro, como si estuviera de paso. Un mensaje. ¿Qué mensaje? Nada es casual en un evento de esta naturaleza. Mejor dicho, el azar es un signo inconsciente. ¿Acaso Federico Sturzenegger lo sabía esa mañana cuando eligió ese traje claro?

Tampoco el hecho de que la cámara en ningún momento retrate el primer plano del Presidente es inocente. ¿Por qué? ¿No es el responsable de este plan o el autor no está y el mandatario lee el guion de otro?

Salté de inmediato a Google y busqué bajo el nombre de Sturzenegger más datos.  El algoritmo me recordó que había participado del megacanje, en el final del gobierno de la Alianza. En menos de dos meses, como secretario de finanzas de Cavallo, la deuda pública trepó en un 60%. 90 mil millones de dólares. Es cierto, hay continuidad, como la recordó Diego Guelar: Menem, Macri, ahora Milei. En esos lugares claves, siempre Sturzenegger. El consejero.

Recordé entonces la crisis del menemismo, 22% de desocupados. La de De La Rua, 22 muertos en Plaza de Mayo y la confiscación de los ahorros de miles de argentinos. Con Macri, 57 mil millones de dólares de deuda externa. Gobiernos que terminan uno peor que el otro. ¿Por qué va a salir bien esta vez?, se pregunta un tuitero, casi a medianoche.

Hannah Arendt acuñó el concepto que encabeza esta nota para referir a esos personajes de la historia que toman el rol de ejecutores de una empresa atroz en la que no quieren asumir las responsabilidades morales o éticas de sus actos, pero están ahí para eso.

*Investigador UNLP.

Fotografía: Archivo Web.