Huxley y Orwell: una oportunidad para pensar sobre la subjetividad individual en la red

Profesor Dr. Luis Sujatovich – UNQ – UDE –

 La literatura distópica se caracteriza por ofrecer un análisis mordaz de la realidad, y en algunas ocasiones su mérito hace superen los límites de la ficción y  puedan leerse como ensayos sociológicos. Las obras de Aldous Huxley, “Un Mundo Feliz” (1932)  y de George Orwell, “1984” (1949), constituyen las más destacadas del siglo XX. Y no se trata sólo de destacar sus méritos literarios, sino de advertir que sus creaciones han suscitados dos formas diferentes de conceptualizar la relación del poder con los medios y la sociedad.

Orwell propuso una sociedad controlada hasta el extremo por un régimen totalitario temeroso de los efectos que pueden generar en la sociedad los grandes medios de comunicación en su acción informativa cotidiana. Para evitar que los sujetos accedieran a las verdades que el gobierno quería ocultar, estableció una vigilancia extrema e incluso en los hogares, gracias al ojo incansable del gran hermano. Huxley, por su parte, imaginó una forma de dominio diferente: no se trataba de ocultar la verdad con el terror sino con el ocio. Postula entonces que basta con suscitar de forma permanente el apetito por el ocio de una sociedad para que la información sensible para cualquier forma de gobierno se diluya de manera irremediable y no cause ninguna rebeldía en su contra. Una interpretación supone una sociedad activa, interesada, curiosa pero atemorizada  por una organización brutal, precisa y despiadada. La otra, en cambio, no estima necesaria la sujeción a una fuerza superior ni el establecimiento de múltiples mecanismos de censura: con un suculenta oferta mediática pocos serían los que sostendrían un interés diferente.

Los autores configuran modelos de análisis opuesto respecto a los métodos, pero mantienen un acuerdo acerca de la clase dominante. Pero no me interesa detenerme en esa dimensión sino en una que está íntimamente ligada con nuestro desempeño en la red. ¿Son los poderes concentrados los que no obstaculizan el acceso a la información o simplemente preferimos ocupar nuestra atención en otros contenidos? Un militante de alguna causa social, económica, ecológica o política optaría, me atrevo a decir, por la primera: las grandes empresas en connivencia con los países hegemónicos impiden que nos concienticemos acerca de sus tropelías y regresando a Frankfurt (como en una remake de “Siempre nos quedará París” de la película Casablanca) denunciarán que estamos alienados y por eso actuamos con mansedumbre, como ganado. Sin embargo, hay  otra hipótesis a sugerir: si consultamos las estadísticas respecto a los videos, plataformas y contenidos más consumidos en la red, no habría duda que el ocio lidera la lista.  Pero, ¿a quién de nosotros nos han obligado a elegir un contenido es particular? ¿Alguna vez tuvieron que responder ante un juez por no mirar un video? ¿Golpean a su puerta cada vez que apagan la computadora? Cada día decidimos convalidar la oferta vigente. Tal vez sea momento de asumir que nuestra diversión responde primero a nuestro deseo y luego a las estructuras hegemónicas vigentes. La subjetividad individual es una responsabilidad inalienable.