Por Florencia Balbuena –
“El velo semitransparente del desasosiego”. Así comienza la que considero yo una de las letras más desoladoras de Jorge Drexler en su canción “La vida es más compleja de lo que parece”, no creo que esta composición sea triste simplemente por contener metáforas confusas que no tengan relación directa con el oyente, al contrario, sus frases están colmadas de realidad, haciéndole sentir al receptor que esta canción fue compuesta específicamente para él, es un regalo que Drexler nos hizo a cada uno de nosotros. Siempre admiraré el universo lírico de este autor, pero esta canción es especial, porque no toda letra tiene la habilidad de dejar esa sensación de vacío que solo produce este conjunto de metáforas tan bien construidas; pero no te asustes, que al terminar la canción produzca un “vacío” incomprensible no tiene que asociarse a un sentimiento desfavorable, a lo que me refiero con esa palabra que está injustamente cargada de negatividad, es a que muchas veces, los vacíos nos empujan a actuar, nos hacen saber qué está faltando en nosotros y qué debemos hacer para conseguirlo, y en muchas ocasiones, logran que veamos lo que está de más en nuestras vidas.
Inevitablemente, nuestra existencia se basa en ciclos, de hecho, en las primarias se habla del “ciclo de la vida” para explicar que nacemos, crecemos, nos reproducimos o no y morimos. Pero además de este círculo biológico que estamos obligados a cumplir por el paso del tiempo, todos nosotros, nos atamos a ciclos que pueden beneficiarnos, o perjudicarnos. Vas a entender si te hablo de una relación amorosa, familiar o amistosa que está condenada a hacernos sentir que no deberíamos estar ahí, pero por alguna u otra razón, no podemos irnos, estamos encadenados; todos lo hemos vivido alguna vez. Hay lugares de los que no nos vamos por miedo, y otros en los que permanecemos por mera comodidad, pero sea como sea, sabemos que quedarnos es condenarnos a vivir presos de una relación que no queremos mantener.
En estos casos “La vida es más compleja de lo que parece”, es la canción perfecta para impulsarnos a actuar. Queramos o no, las relaciones que no aportan a nuestra persona, deben terminar; seguir en un lugar en el que ya no sentimos pertenencia alguna es dañino para ambas partes, porque una de ellas seguirá intentándolo todo, y la otra, no sabrá cómo evitar estos intentos, hasta que no aguantará más, y los detendrá con hartazgo, es decir, sintiendo que la única manera de detenerlos es hiriendo, para así establecer una valla entre ambas personas, una con alambres electrificados a sus alrededores y con vidrios en los extremos superiores. No digo que esté mal construir una valla que nos separe de las personas con las que ya no queremos estar, la cuestión reside en cómo la construimos, y si nos aseguramos de que el otro también quiera construirla. Es cierto, quizás esa persona no quiera edificar la valla, o tal vez la situación sea al revés y estemos dando todo de nosotros para que se quede ese amor o ese amigo que en realidad necesita irse; en ese caso, es nuestro deber aceptar que no estamos cumpliendo el mismo rol que teníamos en la vida de esa persona, y retenerla solo nos lastima a ambos. Es como sostener una soga con todas nuestras fuerzas, una que está ejerciendo mucha presión para zafarse, pero que aún así, la seguimos sosteniendo, lastimando la palma de nuestra mano por la fricción, si no soltamos, comenzaremos a sangrar. Así que, si estamos del lado de los intentos, debemos aceptar que lo mejor es construir la valla.
Pero, ¿Qué pasará al terminar de edificar ese muro? El mismo Drexler lo responde: “Mejor, o peor, cada cual, tomará su camino”. Y sí, puede que de alguna de las dos partes, queden cosas por decir, siento que a eso se refiere cuando dice “cuánto te quise, quizás, seguirás sin saberlo”, y tal vez así sea mejor, hay cosas que sentimos que debemos decirlas, cuando lo más conveniente sea callarlas; sé que es difícil callar, lo sé muy bien, porque a algunos es lo que menos nos gusta hacer, pero los silencios quedan probados efectivos cuando vemos los beneficios de soltar la soga sin decir más que unas palabras de agradecimiento y un adiós.
Creo que ese es otro aspecto que debería destacar de lo que significa romper un ciclo y edificar una valla, el agradecimiento. A veces es difícil verlo, pero todas las relaciones, independientemente de cuánto hayan durado, nos dejaron algo. Siempre tendremos una marca de todas las personas que pasaron por nuestra vida, para eso estamos precisamente, para aportar al crecimiento de los demás. En algunos aportamos más de lo que imaginamos, y en otros menos de lo que nos gustaría, pero siempre dejamos en los demás algo que creíamos nuestro, y que ahora le pertenece a alguien más. A veces estamos tan enojados y queremos romper tan rápido con esas relaciones dañinas, que no nos tomamos el tiempo de pensar en qué nos dejó esa persona, ni qué le dejamos nosotros, y quizás si pensamos un poquito más, descubramos que deberíamos estar agradecidos por aquello que nos dio, después de todo, nunca se sabe, quizás le dolió perder en nosotros eso que nos dejó. Yo, por mi parte, “No quiero que lleves de mí, nada que no te marque”.
Y ahora, quiero establecer una diferencia, una muy grande. Antes de hablar del muro que construyen las dos personas a conciencia, hablé de uno que se construye con las heridas de uno solo, que tiene alambres y vidrios que hacen que sea imposible cruzarlo sin salir severamente lastimados. Pero este que edifican las dos partes, es muy distinto, porque en el centro, tiene una puerta; está cerrada, no sabemos por cuánto tiempo, pero cuando “lo que dolería por siempre” se desvanezca, quizás pueda abrirse. Después de todo, “La vida es más compleja de lo que parece”; un día instala un velo entre el mundo y nuestros ojos, y al otro día lo quita.
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