Por Dr. Luis Sujatovich* –
Manifestar preocupación por la educación es un modo de mostrarse cívicamente responsable y empático con las nuevas generaciones. Es un modo consagrado de distinción social, como alguna vez fue usar galera, bastón y saber hablar en francés. Sin embargo, al igual que sucede con todas las apariencias, conforman un engaño. Por fuera de los sujetos involucrados profesionalmente con la educación, son pocas las personas que profesan un interés genuino que no se agota en una declaración ni en una indignación de ocasión, muy frecuente en las redes para ciertas fechas conmemorativas.
Un ejemplo de esta peculiar simulación puede encontrarse en el partido de Copa Argentina entre Talleres de Cba. y Boca Juniors, jugado el 15 de octubre de 2023. Ambos equipos se sacaron una foto con un cartel de Argentinos por la Educación en el que se indicaba que “sólo 1 de cada dos estudiantes termina tercer grado comprendiendo lo que lee”. E invitaban a firmar una petición para que la alfabetización sea una prioridad. Esa declaración debería haber sido suficiente para generar una corriente de opinión con tanta importancia que ningún funcionario o candidato pudiera quitar de su agenda esa problemática.
Pero nada de eso ha sucedido, aunque es preciso destacar que no siempre deberíamos esperar a que las autoridades actúen para volvernos responsables. La democracia no es sólo participar del acto eleccionario, también supone la búsqueda del bien común. Y una de las acciones más concretas y determinantes es, sin dudas, pugnar por una educación de calidad. ¿Es por eso que nunca faltan indignados, aunque esa actitud jamás se traduzca en una acción? Acaso porque hay quienes confunden decir con hacer, o quizás, más probablemente, porque lo dicen sabiendo que lograrán una buena reputación, sin que eso suponga un compromiso. Tal vez el problema de la educación no sea más que el emergente de una problemática social plenamente contemporánea: el individualismo.
Anhelar una educación de calidad para todos supone rechazar los privilegios. Trascender en los otros representa una exigencia y un desprendimiento que no se articula bien con el hedonismo individualista contemporáneo.
La vinculación entre el modelo educativo dominante y los valores, actitudes, anhelos y comportamientos más reconocidos en una cultura no exige un análisis muy profundo: se educa como se vive.
O, mejor dicho, la fuerza que poseen las costumbres (y cada una de sus manifestaciones prácticas en la realidad) no se tensiona con el simple ejercicio discursivo. Las nuevas generaciones intuyen que las declaraciones elocuentes acaban siendo un fin en sí mismo, y que la desigualdad educativa es apenas una continuación (y un refuerzo) de las injusticias que azotan a los sectores más desfavorecidos de la sociedad.
La educación debe ser una discusión permanente contra el sentido común. Incluso contra sí misma, porque, aunque anhele otra sociedad, está atravesada por los sentidos que aspiran a sostener su hegemonía.
*Investigador – Profesor Universitario – UDE – Universidad Siglo 21 –
Imagen: https://www.copaargentina.org/