En Catamarca no se puede dejar de visitar la ciudad de Belén

Por Guillermo Cavia –

Una ciudad hermosa, un hotel de ensueños y las arañitas tejedoras, hacen del lugar un sitio maravilloso.

En el corazón del noroeste argentino, entre cerros que parecen custodiar secretos milenarios y ríos que serpentean con calma, se encuentra Belén, una ciudad que no solo da nombre a su departamento, sino que también encarna el alma profunda de Catamarca. Con poco más de 12.000 habitantes, Belén es mucho más que una escala en la Ruta Nacional 40: es un crisol de historia, cultura ancestral y belleza natural.

Fundada en 1681, Belén es una de las ciudades más antiguas de la provincia. Su nombre, heredado de la tradición cristiana, contrasta con la fuerza de sus raíces indígenas, que aún laten en cada rincón. Aquí, el pasado no está encerrado en museos: se vive en las manos de los artesanos, en los telares que siguen tejiendo con lana de vicuña y llama, y en las celebraciones que honran a la Pachamama con devoción.

Una imagen inmensa de la virgen del Belén protege a quienes allí residen. Se encuentra en el cerro oeste de la ciudad, en un sitio que constituye el mirador, a una altitud de 300 metros y ascendiendo por un sinuoso camino de unos 1900 metros de extensión, una caminata de unos 40 minutos, es suficiente para llegar a la cima y contemplar la virgen que fue realizada por el escultor marplatense, Hidelberg Ferrino. Mide 20 m de altura, y fue inaugurada el 20 de diciembre de 1982.

La ciudad es reconocida como la cuna del poncho, y no es casualidad. Las técnicas de tejido que se transmiten de generación en generación han convertido a Belén en un referente nacional de la artesanía textil. Cada pieza es única, cargada de simbolismo y saberes ancestrales. El Museo Arqueológico Condor Huasi, ubicado en pleno centro, ofrece una ventana al pasado prehispánico de la región, con piezas que datan de más de mil años.

La gastronomía local, con sabores que combinan lo andino y lo criollo, invita a descubrir platos como el locro, la humita y las empanadas catamarqueñas, acompañadas por vinos de altura y dulces regionales. Y para quienes buscan hospedaje, el Hotel Belén se presenta como una opción ideal, con servicios modernos y una atención que refleja la calidez de su gente.

Hotel Belén

El hotel en pleno centro de la ciudad tiene desde suites nupciales hasta hermosas habitaciones familiares. Con una gastronomía y atención excelente es el lugar ideal para descansar. El restaurante ofrece desayuno tipo buffet incluido en la tarifa. El personal es altamente valorado por su amabilidad y disposición para orientar a los huéspedes sobre actividades y lugares para comer en Belén.

El hotel está situado en el corazón del departamento Belén, el hotel permite fácil acceso a atractivos turísticos como el Museo Arqueológico Condor Huasi y la Parroquia Nuestra Señora de Belén. Además, está a pocos kilómetros del sitio arqueológico El Shincal de Quimivil.

El Hotel Belén ha sido distinguido con el premio Traveller’s Choice de Tripadvisor, que lo ubica entre el 10% de los alojamientos más populares por sus excelentes opiniones.

Las arañitas tejedoras

En una casita sencilla, rodeada de cerros y silencio, un grupo de mujeres transforma hilos en historia. Se hacen llamar Las Arañitas Tejedoras, y su labor va mucho más allá del tejido: es una forma de preservar la identidad de Belén, de rendir homenaje a sus ancestros y de compartir con el mundo el arte que nace de sus manos.

Ubicado en la ciudad de Belén, este espacio funciona como taller, museo vivo y punto de encuentro. Quienes lo visitan no solo pueden comprar ponchos, mantas y tapices confeccionados con lana de llama, oveja o vicuña, sino también ver en tiempo real el proceso completo de tejido en telar. Desde el hilado manual hasta el diseño de los motivos, cada paso está cargado de saberes ancestrales que se transmiten de generación en generación.

Las tejedoras, con una calidez que emociona, explican cómo se tiñe la lana con pigmentos naturales, cómo se arma el urdido y cómo se elige cada diseño según la tradición diaguita. El telar, lejos de ser una herramienta, se convierte en una extensión del cuerpo, en una danza silenciosa entre hilos y memoria.

“Tejer es como hablar con nuestras abuelas”, dice una de ellas mientras sus dedos se deslizan con precisión sobre el telar. Y esa frase resume el espíritu del lugar: cada prenda es un relato, cada color tiene un significado, cada textura guarda una historia.

Además de la experiencia artesanal, Las Arañitas Tejedoras cumplen un rol social clave. El emprendimiento genera trabajo para mujeres de la zona, promueve el turismo cultural y fortalece el vínculo entre comunidad y tradición. Muchos visitantes se emocionan al ver cómo el arte textil se convierte en una forma de resistencia, de orgullo y de futuro.

Belén, conocida como la cuna del poncho, encuentra en este rincón un testimonio vivo de su legado. Y quienes tienen la suerte de conocerlo, se llevan mucho más que una prenda: se llevan el alma hilada de Catamarca.

Fotografías: En Provincia.