Por Juan Carlos Cellerino* –
Sin grandes estridencias el Sr. Smith se preparó para convertirse en Santa Claus, una especie de ilustre visitante que llave en mano tenía la misión de convertir a la humanidad en una breve sinfonía de acalorados apretones.
Su misión tuvo algunos altibajos como la vida misma. Cuando estaba cerca del trineo se le aparecieron de la nada un par de motochorros para amedrentarlo con una pistola de agua y a través de un espontáneo chif chif le mojaron los ojos y el tupido sapillo.
La primer contradicción saltó a la vista Smith lucía una barba laxa y extensa sumergida en el cuerpo de un lampiño.
En la escena siguiente, los ocasionales muchachones conminaron a Santa a que repartiese un fardo de calzones rojos provenientes de China.
–Vaya dijo Smith, convertido en Santa, esto es un aluvión exportador, no me alcanzaran las manos para ofrendar tamaño obsequio.
Una voz del más allá tan inquisidora como la de los jóvenes le dijo casi en susurro que era una orden que venía de arriba.
Mientras Smith leía los pedidos que niños y mayores habían esmerado graficar en una caligrafía de dudosa procedencia, hubo uno que lo sorprendió.
Joaquín tenía 8 años y pedía nada más y nada menos que el oro que se habían birlado del Banco Central.
Smith se acarició la barba y dejó caer una frase estremecedora: -Nadie sabe en profundidad que ha pasado con ello, es preocupante pero veo que a la gente se le pasa por alto.
Camila, una niña de la Puna, de tan solo 12 años, le pidió agua y que se preservaran los mares, los glaciares y toda fuente de naturaleza que se vea amenazada.
Aquí Smith no esquivó el bulto: -Señores el extractivismo nos llevara a la defunción como sociedad, litio, petróleo, minerales raros solo sirven como parches pasajeros, nada de esto modificará nuestra calidad de vida.
Como en el caso anterior, Smith sostuvo que la preocupación de la gente era escasa, solo unos pocos locos que pululan por ahí piden explicaciones y nadie los escucha.
Santos, un hombre mayor le solicitó a Santa Smith que la naturaleza no arrasara con sus cultivos.
Smith torció los ojos como perdiendo el rumbo, se llevó la mano a la frente y dijo con carácter: -Son todos problemas, basta ya de problemas, bastante tengo ya con el subsidio de la luz que me acaban de sacar.
Sin embargo, nuestro personaje nos confía que estamos lejos de ser una sociedad modelo donde la empatía aflora como arma fundamental para no resignarnos ante tanta tropelía.
Smith sostiene a viva voz que en este mundo muy pocos piensan en el otro, alega que se vive de forma acelerada como si un meteorito en este justo instante demoliera todas las estructuras y nos dejara sin nada.
Es en este punto donde Smith imagina una sana rebelión de los Papa Noel manifestando su rechazo a repartir calzones rojos que algunas damas no usaran debido a la temperatura reinante.
E imagina algo peor, que si eran de China, quizás estuvieran contaminados y que ahora con la famosa bandera de la libertad en la que nadie revisa nada, quizás te encuentres un cascarudo en el lugar menos pensado.
Amelia, con su melena revuelta y cerca de los 100 pirulos le pidió por el afecto universal y Santa Smith en un acto de fe rompió la carta en mil pedazos.
Lloró desconsoladamente porque intuía que la gente pedía imposibles.
-Como se puede querer al otro si vas manejando con el teléfono en la mano, resuella Smith. Este hombre enjuto, cree que la sociedad está aferrada a lo virtual y lo esotérico, quizás el Hombre Gris es el fiel reflejo de este pensamiento, nadie piensa en una solución colectiva, todos se aferran a un salvador que nos resuelva la vida, pronto, ya.
¿Y el mundo de las ideas qué lugar ocupa aquí?. Imagine usted que está frente a la catástrofe de su vida y pretende salvarse solo, que es lo que puede pasar, lo más lógico y por principio de la inercia y la estupidez es factible que usted sea atrapado por Jacq London y su Colmillo Blanco.
Y si nos espabilamos, si nos despabilamos y ofrecemos una sana resistencia al mundo que nos toca afrontar. Y si nos permitimos pensar un país federal para aventar las desigualdades existentes.
Smith a esta altura tenía déficit fiscal, no le cerraban las cuentas, había gastado de más y no sabía adonde achicar más allá de su barriga. Ni el derrame daba sus frutos, entonces que habría que esperar, nada una fábrica de ideas motivadoras para salir del letargo.
Santa y Smith no son lo mismo, Santa reparte juguetes e ilusiones, Smith se ilusiona con un mundo mejor, que no es poca cosa. Un mundo mejor es posible, a veces las trabas son nuestras propias piernas.
Un cálido abrazo para todos, y Feliz Navidad!!!
*Colaboración para En Provincia.
Fotografía: https://pixabay.com