Dr. Luis Sujatovich – UDE – Universidad Siglo 21 –
El desarrollo del ChatGPT no ha vuelto a recordar que somos texto. Y es una condición que no involucra solamente a quienes leen y escriben, sino a nuestra sociedad. Si la modernidad nació impulsada por la imprenta, significa que hemos arraigado nuestra subjetividad en ellos, mucho más de lo que somos capaces de aceptar. ¿O acaso nuestras leyes, nuestras religiones, nuestras nacionalidades, nuestra cultura no están fundadas en un texto?
Quizás por eso nos perturbe tanto que puedan producirse sin la intervención directa del ser humano, porque si nos detuviéramos en otras aplicaciones, podríamos advertir que existen hace varios años opciones para producir imágenes y editarlas tanto que parezcan otras. También el Auto-tune permite una modificación de la voz tan importante que muchos errores de entonación se resuelven y permiten que las canciones sean interpretadas con decoro. El pensamiento lógico-matemático acaso una de las bases de la tecnología informática ya ha superado la capacidad humana. La vista, el oído, la memoria han atravesado por situaciones similares, puesto que nadie discute que una computadora nos aventajas cada día más.
Sin embargo, ninguno de esos acontecimientos de la programación ha tenido el mismo impacto. Es cierto que aún está en una etapa de pruebas y que las próximas versiones evitarán los errores que afectan su utilización plena. No deja de resultar curioso la cantidad de conferencistas que ya saben cómo hay que emplearlos, cuando ni los creadores han podido ponerse de acuerdo. Para muchos, sobre todo desde el despliegue de Internet, la ciencia consiste en decir algo primero, aunque no sea cierto, ni comprobable ni se encuentre respaldado por una investigación o al menos por la experiencia. La hermenéutica es apenas doxa, pero se ofrece como una praxis superadora. Si no fuera por la informática, qué menesterosidad que habría de pasar la epistemología.
La producción de textos promovida por la inteligencia artificial nos obliga a preguntarnos por el sentido y allí encontramos la retaguardia para asegurarnos un espacio humano donde resguardar nuestros resabios modernos de alfabetización tradicional. Nadie hace cuentas con la mano, ni consulta la guía de teléfonos ni se preocupa por conocer el código postal de la ciudad dónde vive, y nadie ha sucumbido por eso. Sin el anhelo de caer en la demagogia, en el puro optimismo para mostrarme contemporáneo, podría postular que tal vez escriban mejor que nosotros, lo cual más que una competencia sería un rescate: ¿alguien está conforme con su prosa y con la de los demás? ¿Cuántos textos leemos por placer gracias a su estilo, a su virtuosismo, a sus figuras retóricas?
La escritura digital autónoma nos recuerda a la clonación: es una forma de crearnos por medios artificiales. Frankenstein ya no nos persigue, prefiere esperarnos en el chat.
Fotografía: Archivo web.