
Por Abogada Liliana Pizarro Martinefsky* –
Hoy se reunirán en las calles de muchos países del mundo una marea de mujeres para reivindicar distintos derechos implícitos en todos los seres humanos. Las diferencias culturales, la distancia geográfica, las distintas tradiciones y lenguas no pueden alterar la férrea convicción de esta defensa.
Las mujeres somos artífices de nuestra historia. Desde que nacemos nos vemos abocadas a seguir patrones familiares, creencias religiosas, hábitos sociales y líneas de pensamientos que no siempre comulgan con nuestra verdadera identidad.
Cumplimos con costumbres que en ocasiones no queremos hacer. A veces levantamos la mirada y observamos la vida de otras mujeres. Nos queremos parecer a ellas. Algunas son exitosas profesionalmente, son felices por ser madres, o insisten en su eterna soltería; otras, en cambio, viven soñando que llegue el amor verdadero para rescatarlas de sus desordenados nidos. Pero creo que, en el fondo, todas queremos volar.
Volar sin rutas. Volar alto sin temor a caer. Remover las alas en las tempestades y escondernos en sombríos bosques cuando el calor se hace insoportable. Vivir plenamente es un estado que no se usa en los tiempos que corren. Las mujeres no tenemos tanto tiempo. Nos olvidamos de soñar, de reír, de observarnos y dedicarnos ese minuto diario para reencontrarnos. Tenemos muchas tareas en el hogar, demasiados desafíos laborales a alcanzar, poco reconocimiento social cuando obtenemos pequeños logros, nos sentimos cuestionadas por pensar diferente, por ser políticas y rebeldes, por ser “santas” y cuidar escrupulosamente la imagen de buena mujer. Apestamos a imposiciones sociales y encajamos en nuestros cuerpos las modas que no siempre nos quedan bien. Pero no importa, la belleza cuesta. Aunque se te deforme la cara con los “arreglitos faciales”, la vejez nunca nos puede alcanzar. Nuestro cuerpo siempre está perfecto.
Queremos agradar, sentir que nos admiran por ser mujeres. Cultivamos nuestras mentes, nos volvemos competitivas en el mercado de trabajo, somos valientes cuando llegan las enfermedades, los partos, los divorcios o la dolorosa pérdida de un hijo. Estos y otros estados nos abrazan, nos endulzan el corazón y nos mecen el alma cuando nuestra esencia sufre.
Hoy, 8 de marzo, las calles de muchos países se iluminarán con la presencia de las mujeres. Es un día para recordar que ya somos muchas, ya somos bastantes, ya somos, como siempre hemos sido, la pieza del puzzle que se han resistido a colocar.
Sabemos cuál es nuestro sitio. Sólo: ¡déjennos pasar!
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*Colaboración Especial desde España para En Provincia – alimotxe54@gmail.com
Fotografías: https://pixabay.com/