Al fines del Siglo XIX, en Chicago, que era la segunda ciudad con más habitantes de Estados Unidos y con gran parte de su población compuesta por obreros, se produjeron movimientos bajo el lema “ocho horas de trabajo, ocho horas de ocio y ocho horas de descanso”, con el fin de acortar las extenuantes jornadas laborales, que podían ser de hasta 18 horas.
La única limitación que había en algunos Estados era la prohibición de que una persona trabajara 18 horas seguidas sin una causa justificada. La mayoría de los obreros estaban afiliados a la Noble Orden de los Caballeros del Trabajo, aunque tenía más preponderancia la American Federation of Labor. En su cuarto congreso, realizado el 17 de octubre de 1884, ésta había resuelto que desde el 1 de mayo de 1886 la duración legal de la jornada de trabajo debería ser de ocho horas. De lo contrario, habría huelga.
El 1 de mayo de 1886, 200 mil trabajadores iniciaron la huelga mientras que otros 200 mil obtenían esa conquista con la amenaza de paro. En Chicago, donde las condiciones de los trabajadores eran mucho peores que en otras ciudades, las movilizaciones siguieron los días 2 y 3, cuando tras una batalla campal una compañía de policías procedió a disparar a quemarropa sobre la gente, produciendo seis muertos y decenas de heridos.
El día 4 hubo una convocatoria masiva en Haymarket Square y una persona que nunca fue identificada arrojó una bomba incendiaria que mató a siete policías e hirió a otros sesenta. Las fuerzas de seguridad reprimieron con disparos, dejando un saldo de muertos y heridos entre los trabajadores.
Por los graves acontecimientos, 31 personas fueron enjuiciadas el 21 de junio de 1886. Ocho de ellos fueron condenados en un proceso plagado de irregularidades: dos de ellos a cadena perpetua, uno a 15 años de trabajos forzados y cinco a la muerte en la horca.