Del Eternauta a Tik Tok: la pandemia es el neoliberalismo

Profesor Dr. Luis Sujatovich – UNQ – UDE –

La abrupta transformación de las condiciones de vida que suscitó la pandemia dio lugar a diferentes comparaciones con obras de ficción. Series y películas que anticipan un futuro apocalíptico fueron citadas para tratar de explicar el asombro que producen las catástrofes. En Argentina, se agregó a la lista la mejor historieta del siglo XX: El Eternauta.  La desolación al observar Buenos Aires vacía, permitía rememorar las escenas más crueles de la invasión extraterrestre pergeñada por Oesterheld. Sin embargo, no es la única comparación que puede hacerse. Si prestamos atención podremos advertir que ante la inminencia de una extinción de la especie humana, se recurre a estrategias grupales. No hay dudas que la obra no es contemporánea.

La insistencia acerca de la necesidad de urdir estrategias colectivas, para atemperar los efectos devastadores de los enemigos, atraviesa todo el texto. No hay acciones que puedan reducirse a un miembro, nada sucede por la virtud de una persona. Hay quienes analizan mejor, otros son más valientes y no faltan los sentimentales, por algo tiene un contexto porteño. La premisa de tan simple resulta esclarecedora: nadie se salva solo. Es cierto que podría argumentarse que la obra no refleja  el modo de comportamiento de la sociedad de finales de la década de 1950, y que por lo tanto no es válida la alusión acerca de una diferencia sustancial con el presente. En ambos momentos prevaleció la individualidad y sólo en la frondosa imaginación de los artistas había lugar para un anhelo semejante.  Quizás no sea del todo falsa ese señalamiento: sin embargo, a partir de él podemos interrogarnos sobre los relatos que  somos capaces de darnos para afrontar el encierro, la angustia y la incertidumbre. ¿Cómo evaluar nuestras representaciones sociales a partir de los contenidos que consumimos y producimos en las diferentes plataformas digitales? 

Las narraciones distópicas nos dieron material para convencernos que podría ser peor; las noticias nos convencieron que cuidarse estaba bien pero no tanto, o depende, en fin: el periodismo no pasa por su mejor momento. La ideología es el discurso, la información apenas el soporte. Nos quedan las afamadas redes sociales y de ellas, acaso como un exponente doloroso y esclarecedor, sabemos que Tik Tok es la que más ha crecido en el último año. Estamos interesados en ver videos de personas comunes que cuentan en poco tiempo alguna peripecia insignificante, una danza afrodisíaca (¿quedan otras?), un accidente hilarante, o un perro caminando en dos patas. Por supuesto que no faltan quienes repiten las hazañas observadas para no perder la ocasión, de sumar un seguidor o mendigar una valoración positiva. Pero en la mayoría de las propuestas, que bien podrían pensarse como piezas inconexas de una larga  crónica sobre nuestra condición contemporánea, se destaca la centralidad del yo, jocoso, autosuficiente, obsceno en su egoísmo. Ni siquiera en las escuálidas fantasías cotidianas hay una referencia que nos repliegue sobre nuestras veleidades y nos permita conformar una comunidad. Nos hemos convencido que cada quien debe velar por su propia integridad. La pandemia es el neoliberalismo.