Decisiones y algoritmos: una tensión permanente en la red

Profesor Dr, Luis Sujatovich – UNQ – UDE –

Una de las interpretaciones más conocidas acerca de la relación de los medios de comunicación y la sociedad sostiene que la influencia de éstos es tan potente que cualquier individuo convertido en receptor es una víctima de su sujeción a los designios de los empresarios que aliados a los gobiernos más importantes establecen las pautas de un mundo predecible, maldito y autosatisfecho. Incluso las aproximaciones teóricas más progresistas repetían el modelo, pero ofreciendo una alternativa para derrotarlos: la toma del poder o liberarse consumiendo otros medios o ninguno. En ambos casos, , no hay espacio para el accionar de nadie. Las estructuras (buenas o malas, según quienes las detenten) harán de nosotros lo que necesiten: burgueses alienados o revolucionarios ilustrados.

A pesar de las grandes diferencias que se pueden establecer entre las interacciones y habilidades que se pueden desarrollar en los tradicionales medios de difusión y en la red, algunas alusiones a aquellas conceptualizaciones aún siguen vigentes. Pero si antes aquello que generaba la preocupación (comercial o política) estaba cifrado en el consumo, ahora esa inasible circunstancia que determinaba el éxito o el fracaso de largos afanes se resume a algo acaso tan insustancial, pero a la vez que no admite discusiones acerca de su desempeño, me refiero a los algoritmos.

Para quienes no formamos parte del campo de la informática la eficiencia y eficacia de los algoritmos es sin dudas, uno de los motivos por los cuales las tecnologías digitales están atravesadas por un sostenido proceso de totemización que incluso ha despertado no pocas fantasías apocalípticas acerca de su ilimitado crecimiento que pone en crisis el mundo social y cultural elaborado durante siglos sobre los hombros del ser humano como el ápice de la inteligencia en el planeta.

Sin embargo y sin ánimos de desmerecer sus innegables virtudes, es preciso destacar que todo buen comerciante conoce como emularlos. Aunque en realidad debería admitir que fueron precursores: ¿o acaso alguien no recibió la recomendación de unos fideos parecidos a los que quería comprar pero que ya se habían agotado? Recuerdo las precisas indicaciones que recibí cuando comencé la sacrificada labor de canillita: si no te queda Clarín, ofreces La Nación. Si no hay Crónica, Popular y sin no hay Ámbito Financiero, el Cronista Comercial. Cambiando el rubro y las marcas, bien podemos reconocer que es un escenario muy habitual. Estos breves ejemplos sirven para sugerir dos nociones: aún el avance más novedoso se asienta en una práctica social pretérita; además no es posible quitar la decisión de los sujetos de ninguna ecuación mediática.

No resulta apropiado continuar apelando a diversas fuerzas inmanentes para elaborar dictámenes que desvirtúan a los habitantes de la red a meros observadores o multiplicadores de contenidos. Si antes fue necesario que emergiera la construcción de sentidos múltiples y situadas para dar un respiro a las versiones estructuralistas de los sentidos dominantes de los medios, en la actualidad resulta impostergable reclamar la aparición de la voluntad de los sujetos para aceptar una serie similar a la que acaban de mirar o una canción de otro álbum del mismo grupo. El sistema me facilita una opción semejante, pero tenemos la posibilidad de rechazarla.