Consumos culturales en contexto: desigualdades y condiciones de existencia

Por Dr. Luis Sujatovich* –

Los consumos culturales deben ser conceptualizados teniendo en cuenta el contexto económico, porque no se trata de una acción (material y simbólica) que se realice sin ningún tipo de sujeción. Suponer que cuando miramos una película estamos fuera del orden imperante es, o una ingenuidad o un modo miserable de tratar de disimular las desigualdades, en favor de quienes no las padecen.

Un ejemplo sencillo para abordar la vinculación entre prácticas sociales y las reglas económicas puede encontrarse en la extensión, cada vez más breve, de las vacaciones de verano. Es frecuente encontrar en los portales de noticias que las familias optan por concurrir a las localidades turísticas sólo un par de días. Y si aplicáramos los mismos términos que se utilizan para evaluar los consumos culturales, deberíamos señalar – con adusta preocupación – que las nuevas generaciones no saben disfrutar, ya que agotan su descanso en apenas 48 horas.  Antes, podrían argumentar, nuestros mayores se tomaban la temporada completa y ahora, vaya decadencia, ni llegan a una semana.

El análisis resulta absurdo, ¿no es cierto? El plazo elegido no responde a un cambio de hábitos ni a una aceleración inexplicable y enfermiza, sino simplemente es la consecuencia de una situación económica que no les permite, a la gran mayoría, disponer de fondos para prolongar sus estadías. No es cultural, es económico. Esto no quiere decir que uno deba subsumirse al otro de forma irrestricta, pero tampoco es posible considerarlos de forma independiente.

¿Qué sucedería si hiciéramos el mismo ejercicio para teorizar acerca de la velocidad que caracteriza a las nuevas generaciones en sus consumos culturales? Probablemente pasaríamos de anunciar el apocalipsis, tarea a la que muchos se vienen dedicando desde la publicación de Dialéctica de la ilustración en 1944, a reconocer que las condiciones de trabajo que se ofrecen a la juventud son pésimas. Y ello condiciona el tiempo de ocio y su modo de aprovechamiento.

No resultan tan difícil aproximarse, sin tantos prejuicios, a las nuevas formas de abordaje de la producción, uso y distribución de los contenidos digitales. La cuestión no es que forcemos nuestras preferencias para darle cabida a las nuevas expresiones, sino que aceptemos que si guardan otras formas y utilizan el tiempo de forma más intensiva,  no significa que estemos asistiendo a un proceso de inapelable deterioro, sino que las posibilidades de prosperar son cada vez, menos asequibles.

Sería un gran proyecto de investigación social poner a los críticos contemporáneos, sobre todo a quienes no ven en el presente más que una indigna ruptura de sus inmejorables costumbres (que sólo exponen sus valores de clase, por cierto), a vivir en las mismas condiciones de las personas que tanto critican: jornadas de trabajo extensas, inestabilidad y precariedad. Si tuvieran que pedalear diez horas por día, ¿tendrían las condiciones óptimas para leer una novela de quinientas páginas, o se contentarían con algunos memes? La respuesta es evidente.

La producción del goce debería ser un insumo para pensar sus condiciones de existencia, no para juzgar su apropiación.

*Investigador – Profesor Universitario – UDE – Universidad Siglo 21 –

Fuente de la imagen:https://www.pexels.com/es-es/foto/ciudad-gente-calle-bicicletas-11319652/