Por Bernarda Llorente –
Francisco recordó que en 2013 llegó al Vaticano “con una valijita, lo puesto y un poquito más”, y al describirse casi una década después, con casi diez años como Pontífice de la Iglesia Católica, dijo que la experiencia de todo este tiempo lo volvió “más misericordioso” y que además aprendió a “saber esperar siempre”, una capacidad que encontró reflejada en una canción popular napolitana.
“Me di cuenta que por ese camino no se va, que hay que saber conducir. Es esa paternidad que tiene Dios”, explicó, para luego profundizar: “La vida es muy linda con el estilo de Dios, de saber esperar siempre. Saber, pero hacerte el tonto como que no sabés y dejarlo madurar”.
-Télam: Más allá del orgullo de tener un Papa argentino, siempre pienso cómo se ve usted. ¿Cómo ve el Papa a Bergoglio y cómo Bergoglio vería a Francisco?
-Francisco: Bergoglio nunca se imaginó que iba a terminar aquí. Nunca. Yo vine al Vaticano con una valijita, con lo puesto y un poquito más. Más aún: dejé preparados en Buenos Aires los sermones para el Domingo de Ramos. Pensé: ningún Papa va a asumir el Domingo de Ramos, así que yo el sábado viajo de vuelta a casa. O sea, nunca me imaginé que iba a estar acá. Y cuando veo al Bergoglio de allá y toda su historia, las fotografías hablan. Es la historia de una vida que caminó con muchos dones de Dios, muchas fallas de mi parte, muchas posturas no tan universales. Uno va aprendiendo en la vida a ser universal, a ser caritativo, a ser menos malo. Yo creo que todas las personas son buenas. O sea, veo a un hombre que caminó, que tomó una senda, con altos y bajos, y tantos amigos lo ayudaron a seguir caminando. Mi vida no la caminé nunca solo. Siempre hubo hombres y mujeres, empezando por mis padres, mis hermanos, una vive todavía, que me han acompañado. No me imagino una persona solitaria, porque no lo soy. Una persona que caminó su vida, que estudió, que trabajó, que se metió a cura, que hizo lo que pudo. No se me ocurre pensarlo de otra manera.
-T: ¿Y cómo miraría Bergoglio al Papa?
-F: No sé cómo lo miraría. Yo creo que en el fondo diría “¡Pobre tipo! ¡La que te tocó!” Pero no es tan trágico ser Papa. Uno puede ser un buen pastor.
-T: Tal vez lo miraría como lo miramos todos: lo descubriría.
-F: Sí, puede ser. Pero no se me ocurrió hacerme esa pregunta, meterme allá. Lo voy a pensar.
-T: ¿Siente que cambió mucho siendo Papa?
-F: Algunos me dicen que afloraron cosas que estaban en germen en mi personalidad. Que me volví más misericordioso. En mi vida tuve períodos rígidos, que exigía demasiado. Después me di cuenta que por ese camino no se va, que hay que saber conducir. Es esa paternidad que tiene Dios. Hay una canción napolitana muy hermosa que describe lo que es un padre napolitano. Y dice “el padre sabe lo que te pasa a vos, pero se hace el que no sabe”. Ese saber esperar a los demás propio de un padre. Sabe lo que te está pasando, pero se las arregla para que vos solo vayas, él te está esperando como si nada sucediera. Es un poco lo que hoy criticaría de aquel Bergoglio que, en alguna etapa, no siempre, como obispo que fui un poco más benévolo. Pero en la etapa de jesuita fui muy severo. Y la vida es muy linda con el estilo de Dios, de saber esperar siempre. Saber, pero hacerte el tonto como que no sabés y dejarlo madurar. Es una de las sabidurías más lindas que nos da la vida.
-T: Se lo ve muy bien, Francisco. ¿Tenemos Papa y Francisco para rato?
-F: Que lo diga el de arriba.