
Desde pequeños hemos aprendido muy bien a oponernos y a criticar sistemáticamente a nuestras autoridades: padres, maestros, directores, gobernantes, suegros, y todo lo que tenga que ver con algun atisbo de autoridad.
Más allá de la objetividad o subjetividad de nuestra crítica y queja; en general cumplimos muy bien el rol de atacar y querer desmantelar todo tipo de autoridad. Nos sale bárbaro. A los argentinos mucho más.
Pero (música de suspenso): ¿Qué pasa cuando a vos te toca ser parte de esa autoridad? ¡chán!
De pronto y casi de un día para otro, te toca ser madre padre, maestra, profesor, director, tesorero del club, supervisor de algún call center, capitán del equipo, jefa de algún gabinete, presidente del sindicato o de alguna comuna, concejal, intendente, gobernadora o presidente….
¿Qué onda kap@? ¿Qué vas hacer ahora que te toca a vos estar en ese lugar? La crítica y el ataque te llevaron a estar donde tenés que estar. Ahora en ese lugar estás vos. Te eligieron o te tocó, que se yo, pero te tocó.
Porque a todos nos han formado buenamente para criticar la autoridad… pero ¿quién nos enseñó a SER una sana autoridad?
¡Atencion! Porque si no nos formamos en ser autoridad, al ejercerla, muy probablemente terminaremos siendo algo similar a lo que antes habíamos criticado.
Siendo realistas. No hay muchos lugares en donde se nos enseñe a ser una sana autoridad. Escucho por ahí elementos de nuevas formaciones humanísticas que hablan de empatía, igualdad, honestidad y trasparencia. Sin dudas va por ahí. Me encanta.
Pero hay algo que va incluso mucho más allá. Sabias palabras de un legendario maestro popular que dijo algo así como:
Autoridad = amar.
Autoridad = servir.
Autoridad = cuidar
Autoridad = servir desde el último lugar.
Por eso… según esto. Si quieres ser una sana autoridad, organiza tu tiempo, tu modo y tu estilo; en función del cuidado amoroso de los que se te ha encomendado.
Esa debe ser tu única preocupación: ¿qué estoy haciendo ( o no haciendo) para cuidar, animar y desplegar la vida de los demás?
Un buen líder con autoridad es el que siempre está pendiente de servir amorosamente a los demás. Y ese “amorosamente” será como te salga… Y si no te sale, al menos nunca dejes de intentarlo.
Creo que ser una sana autoridad es un espacio, no tanto de poder sino de posibilidad:
Posibilidad para dar vida y cuidarla.
Posibilidad de hacer el bien.
Posibilidad para ser instrumento de paz.
Y en el fondo, una gran posibilidad para amar concretamente a los demás.
Y como ya sabemos… la autoridad es más eficiente cuando se ejerce como algo ejemplar.
Es decir si quieres que los demás vivan el valor que proclama. No basta con decirlo. Tienes que vivirlo. Y es en ése momento cuando tu autoridad se hace canal de posibilidad.
Y ahora vuelvo a hacerte la pregunta inicial… a vos, que sos autoridad… ¿cómo la estás ejerciendo?
¿Sos la versión 1.0 de tus antiguas criticas?
¿Oprimiendo o sirviendo?
¿Mandando o haciendo?
¿Castigando o alentando?
¿Proclamando o con el ejemplo?
En Provincia agradece a Analía Pini por el aporte del artículo.