Por Lola Blasco* –
En América Latina algo se está moviendo, y no parece un simple vaivén electoral. No es solo que la derecha esté ganando elecciones; es que está logrando instalar un clima, una sensibilidad, una forma de leer el presente. En los últimos meses empecé a encontrar la misma escena repetida en distintos países. Cambian los acentos, los nombres propios, pero el trasfondo es el mismo: cansancio social, miedo cotidiano, frustración acumulada y una promesa de orden que vuelve a resultar atractiva.
Durante mucho tiempo, cuando se pensaba en liderazgos latinoamericanos con ambición regional o incluso global, la referencia inevitable era la izquierda. Fidel Castro encarnó durante décadas esa idea: no solo gobernar un país, sino proyectar una visión del mundo. Hoy ese lugar lo ocupan figuras que hace diez años habrían parecido improbables. Javier Milei y Nayib Bukele no se limitan a administrar Argentina o El Salvador. Circulan. Interpelan. Generan identificación y rechazo en dosis similares, y lo hacen mucho más allá de sus fronteras. Sus frases, sus gestos y hasta sus estéticas se replican con rapidez, especialmente entre los más jóvenes.
La elección de José Antonio Kast en Chile terminó de despejar cualquier duda sobre el carácter regional del fenómeno. Chile, que hace no tanto tiempo estaba atravesado por movilizaciones contra la desigualdad y por la demanda de derechos sociales, votó mayoritariamente a un candidato que puso en el centro la seguridad, el control migratorio y la mano dura. No fue un accidente. La agenda pública se desplazó. Lo que antes ocupaban la educación, salud o redistribución, hoy lo ocupan la delincuencia, el narcotráfico y el miedo a no llegar a casa. Y en ese terreno, la derecha leyó mejor el momento.
Este avance conservador no puede explicarse sólo por liderazgos fuertes o discursos eficaces. Hay condiciones más profundas que lo sostienen. La violencia asociada al crimen organizado creció de manera acelerada en toda la región. Países que durante años se pensaron como relativamente seguros hoy conviven con homicidios récord, disputas territoriales y una sensación extendida de descontrol. Frente a ese escenario, las promesas de orden —incluso cuando tensionan los límites democráticos— encuentran una legitimidad social que antes parecía impensable.
A eso se suma el desencanto con gobiernos de izquierda que llegaron al poder cargados de expectativas y ofrecieron resultados mucho más modestos. En varios casos, no lograron dar respuestas convincentes ni en materia económica ni en seguridad. Ese desgaste dejó espacio para opciones que se presentan como rupturistas, antisistema o como una suerte de última bala antes del colapso.
El cambio también es cultural. El crecimiento del evangelismo, las guerras culturales y el rechazo a ciertas agendas identitarias reconfiguraron el mapa político. La derecha dejó de ser vista únicamente como sinónimo de ajuste o elitismo y empezó a combinar discurso promercado con políticas sociales focalizadas, mientras concentra su potencia simbólica en la idea de orden. Milei ajusta, pero sostiene transferencias. Bukele encarcela, pero muestra resultados. Esa mezcla, hoy, funciona.
Nada de esto asegura una hegemonía estable. América Latina sigue siendo volátil, desigual y poco paciente. El mismo electorado que hoy demanda mano firme mañana puede castigar la falta de resultados. Además, la fragmentación de la derecha en algunos países puede jugarle en contra, y la izquierda conserva poder en los Estados más poblados de la región.
Pero algo sí parece claro: estamos en medio de una reconfiguración profunda. Un momento en el que la derecha no solo gana elecciones, sino que disputa el sentido común, redefine qué es urgente y ofrece respuestas simples —a veces peligrosamente simples— para problemas complejos.
No es la revolución que imaginó Fidel Castro. No hay épica igualitaria ni promesas de redención colectiva. Pero es, sin duda, un cambio de época. Y como ocurre con todos los cambios de época, todavía no sabemos del todo hacia dónde conduce.
*Colaboración para En Provincia. Por consultas o contacto: +54 221 5430920 / lolaablasco@gmail.com
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Fotografía: Lola Blasco