Por Hugo Mársico –
Un día de marzo, con sueños y, a la vez, con bastante incertidumbre, llegamos por primera vez a la querida Escuela de Enseñanza Media Nro. 9; esa misma que, un año antes, había comenzado a funcionar en la Escuela Primaria 119, ubicada en la principal avenida, la 197, en pleno corazón de la localidad de Lisandro Olmos.
Corría el año 1977, habíamos finalizado la educación primaria y nuestras familias buscaban que tuviéramos una formación educativa con mejores oportunidades de progreso, que la que quizá tuvieron ellos. A la Media 9, por ser el único establecimiento secundario que comenzaba a instalarse en la zona, llegábamos chichas y chicos, desde distintos barrios y localidades de la región, mayormente con el micro 508, hoy línea Oeste.
La mayoría con 12 o 13 años, transitando la adolescencia, de una época donde no existía la tecnología y la información de la que disponíamos era muy escasa. Resultaba un salto enorme, veníamos de los primeros pasos como alumnos de la primaria con lo esencial de unas pocas materias y una seño en cada año; para continuar siendo alumnos, pero a un nivel mas elevado, pasando a tener muchas materias específicas y con muchos profesores. Eso en lo educativo, pero en materia social, nos encontrábamos jóvenes que la mayoría no nos conocíamos y ese sería el gran desafío, el de conocernos, el de convivir y de generar una relación amistosa, cada uno con su impronta, como seres únicos e irrepetibles que somos los humanos.
Muchas fueron las vivencias, en esa etapa que es una de las mejores de la vida, como seres gregarios que somos. Las previas en la calle antes de que el reloj marcara las 17,30 horas para el ingreso, o la espera del timbre final de las 22,30 horas, ya con la noche muy avanzada, para continuar de ronda o volver a casa. En el interior del edificio: el estudio, los momentos de tensión en los exámenes, esos recreos para conocernos más, las rateadas, los cigarros en los baños, con la complicidad y la vista gorda de los preceptores.
También los primeros besos, los noviazgos, ya más consolidados las relaciones de amistad, los asados en algunas de las casas. Los grupos de afinidad para estudiar o para compartir circunstancias amistosas, de esporádicas salidas.
Otro momento de encuentro, fuera de cursada era la clase de educación física, que, ante la carencia de un predio propio, había que ir al Club Unidos de Olmos.
El 21 de septiembre, se esperaba con particular alegría; festejos interminables e inolvidables, por el día del estudiante y recibiendo la primavera en Estancia Chica, de Abasto.
Los malones, donde las chicas llevaban lo dulce y los varones la bebida, con baile de música movida y los esperados temas lentos. Dos años antes de concluir esta etapa educativa decidimos comenzar a organizar el viaje de fin de curso. El destino elegido fue Carlos Paz, en Córdoba, que terminó resultando algo maravilloso, aunque debería tener su crónica aparte, por lo que significó aquella experiencia.
Claro que para llegar al viaje y que la mayoría lo pudiéramos hacer, por lo costoso y no era una época para tirar manteca al techo, comenzamos con distintas actividades para juntar fondos. En ese aspecto en la memoria colectiva deben quedar aquellos bailes para recaudar los recursos, que lo hacíamos en un taller olmense, donde el recordado Don Bonilla, papá de una de las chicas, los sábados de bailes corría todas las máquinas para que pudiéramos tener la pista de baile y el buffet.
Cuando arrancamos la secundaria nuestra promoción tenía muchos alumnos, aunque con el tiempo y por diferentes circunstancias de la vida quedamos menos, que alcanzamos a finalizar el 5to.año, aunque todos son considerados parte de este grupo de la promoción.
En 1981, llegó el final de la Escuela secundaria y con el mismo un emotivo anecdotario que nos llevamos para siempre. Para ese momento, el mandato familiar de la época era cortito y al pie: seguir estudiando o trabajar, trabajo que tenía que ser para siempre; que luego incluía casarse, tener hijos, comprar un terreno, construir una casa, tener un auto.
En nuestro caso, de la promoción 1981, cada uno siguió su camino en la vida y, salvo de encontrarnos con los que habíamos tenido más contacto, nos fuimos dispersando y, por aquel tiempo, no había ni celulares, ni computadoras, ni redes sociales, ni WhatsApp.
Transcurrieron los años, hasta que comenzamos a planear el intento de volver a juntarnos. Pasaron 29 años y, en el 2010, la mayoría nos volvimos a reencontrar, todos ya con las vidas hechas, en la parrilla Don Clemente, de avenida 44, de San Carlos.
Desde ahí, estuvimos más conectados, comenzamos a reunirnos con mucha asiduidad para compartir recuerdos, entre comidas y copas, en diferentes casas de los miembros del grupo. Hasta hoy, 21 de septiembre de 2024, Día de la Primavera y del Estudiante, cuando todas las chicas y los chicos cumplimos ya los 60 años de edad, y, más allá de los festejos personales, decidimos, los que pudimos participar, hacer este cumpleaños colectivo por la seis décadas de todos, en esta parrilla El Galpón Verry, también de la Avenida 44, pero de Angel Etcheverry.
Celebramos los 60 años, pero con un significado mucho más profundo, que tiene que ver, en la diversidad y en las diferencias que pudo haber en ese momento juvenil, que, con la madurez, hemos sostenido la amistad y el cariño en el tiempo, y, con el dato central, que todavía estamos todos, para seguir compartiendo y ¡honrando la vida!
Escuela de Enseñanza Media Nro. 9 (EEMN° 9), localidad de Lisandro Olmos, Partido de La Plata, Provincia de Buenos Aires, República Argentina.
Fotografías: Hugo mársico.