Por Guillermo Cavia –
Una mañana calurosa, quizás la más elevada en temperatura, que se transformó en un récord, Carol y John llegaron al aeropuerto de Ezeiza.
Venían desde San Francisco donde residen desde hace varios años. Son padres, hermanos, tíos, abuelos, matrimonio, hijos, pero también turistas. En los últimos años han recorrido otros lugares, como España, México, Colombia, Perú, algunos sitios dentro de Estados Unidos y también Alaska.
Los encontré en CABA, en el hotel donde estaban alojados, para llevarlos a una recorrida. A Carol la conocía a través de contactos virtuales, pero a John nunca lo había visto, más que alguna vez en fotografías.
Vestidos con ropa ideal para la aventura estaban dispuestos a ir hacia cualquier rumbo. Así que en unas tres cuadras estábamos ingresando a la boca de la línea “B” de subterráneos.
Luego hicimos transbordo de la línea “B” a la “C” para dirigirnos hacia la Estación Plaza Constitución. Hasta ese momento todo les parecía fascinante, pero lo fue mucho más, cuando tomaron la línea Roca de tren, que nos llevó desde Plaza Constitución a La Plata.
Ambos decían que, en Estados Unidos, el mejor transporte público, primero en el ranking, es el de Nueva York, seguido en segundo lugar, por el de la ciudad de San Francisco.
A esta altura del viaje no dejaban de destacar que el sistema de transporte de nuestro país estaba a la altura del de Estados Unidos, incluso mejor. Además, no podían creer la facilidad con la que se podía viajar, utilizando una tarjeta que se llama SUBE.
A la hora de comparar precios, obviamente estaban asombrados, teniendo en cuenta que un boleto de ómnibus urbano en San Francisco cuesta 3 dólares, mientras que aquí se paga en promedio, por pasaje, en esa misma moneda, unos 0,10 centavos de dólar.
John miraba el paisaje que le regalaba la ventanilla mientras que Carol estaba atenta a lo que en el tren se decía. Ella habla un español excelente y además de amar el idioma, siempre está dispuesta a aprender más. Pasaban por los vagones del tren los vendedores ambulantes, algún que otro cantante. Un ir y venir de personajes diversos que recorren el convoy a diario. Bajo esa atmósfera y luego de poco más de una hora, nos recibía la estación de trenes de la ciudad de La Plata.
Habían disfrutado del paseo, pero seguían impactados por la construcción de la estación Plaza Constitución y ahora con la de La Plata, que además mostraba su techo vidriado recién terminado.
En la Capital de la Provincia de Buenos Aires hicieron las recorridas habituales, fueron a la Catedral, al Bosque, pasaron por el Estadio Único, caminaron las diagonales.
A través de los ojos de otras personas se puede ver lo que a veces no vemos nosotros mismos. No se cansaban de sentir la presencia del verde frondoso de los árboles, altos, impetuosos, trenzados en sus copas. Si bien en toda la región se atravesaba una de las perores sequías, igualmente la ciudad mostraba el esplendor de su verde perenne.
A la hora de comer, no dejaban de alabar la comida de Argentina. Los sabores y la delicia que se ajusta a los paladares del mundo entero. Les encantó la pizza, el asado, los helados (la heladería era Roma, que tiene el mejor helado de La Plata), el vino de Mendoza, el dulce de leche, los alfajores, el mate y hasta el mate cocido. Lo probaron todo.
Carol y John son personas sencillas, él habla algo de español, pero prefiere no decirlo, pero cuando no se da cuenta está hablando bastante bien y se puede conversar con él. Ella por supuesto, es su complemento perfecto porque le traduce todo lo que es de interés.
En el museo de Ciencias Naturales de la ciudad de La Plata, se quedaron impactados por lo gigante del lugar y por la diversidad de su interior. La riqueza de sus colecciones y el cuidado que tiene el sitio que es un paseo obligado para quienes vienen a La Plata.
Carol también disfrutó acompañando en las compras, como verdulería, carnicería y de ir a algunas de las plazas de la ciudad. Miraba con mirada de niña, que permite ver siempre lo que los demás nunca pueden ver.
Hay una historia que menciona que Walt Disney inspiró su primer parque, inaugurado en 1955, en la República de los Niños, fundada en 1951. Así que cuando Carol y John entraron al parque no lo podían creer, era como estar en Disney, casi una réplica. Pero también los sorprendió mucho que, a diferencia de los parques de Estados Unidos, el de acá tiene entrada libre y gratuita.
Carol y John recorrieron por dos días la ciudad de La Plata, luego siguieron por CABA y también otros sitios emblemáticos, como el Glaciar Perito Moreno en Santa Cruz y Ushuaia, en Tierra del Fuego. A través del contacto telefónico no se cansaban de sentir admiración por cada cosa que veían y conocían. Se sintieron cómodos, seguros, y deseosos de regresar en un futuro no muy lejano.
“Argentina es muy grande y bella. Nos encantó conocerla. Ver bailar el tango, disfrutar su excelente comida y la hospitalidad de su gente. No se puede conocer todo en un solo viaje, pero la próxima iremos al norte”, dijo Carol.
Argentina siempre está dispuesta a ser conocida y llena de orgullo cuando otras personas recorriendo nuestro país nos muestran una mirada distinta que nos puede sorprender, nos mueve del eje de la realidad que como núcleo mantiene un anclaje a temas que pueden alejarnos de la verdadera esencia de ser argentinos.
Fotografías: En Provincia.