Por Eduardo A. Gularte –
Son las cuatro de la madrugada, Gastón no puede dormir, desde la ventana de su departamento, ve la sombra de una figura sosteniendo un cuchillo que se refleja sobre la pared del edificio vecino. Se incorpora de su cama tratando de ver algo más, pero la sombra se pierde cada vez que enciende y apaga la luz de la marquesina del bingo de enfrente.
Aunque la sombra se ve de forma entrecortada, el brazo se mueve de arriba hacia abajo de forma repetida como si apuñalaran a alguien, casi podría asegurarlo. Decide salir al balcón tratando de ver alguna ventana con la luz encendida, pero al momento de mirar, el edificio parece dormir por completo, menos él, y en el silencio de la noche cree escuchar un gemido que no llega a ser un grito. Claro que podría ser fruto de la sugestión o las horas que lleva sin dormir.
Pronto amanece y desayuna rápidamente; mientras baja por el ascensor acomoda su corbata, al abrirse la puerta lo encuentra al portero repasando los pisos del pasillo. Casi como al pasar, le pregunta si hay alguna novedad, a lo que el encargado responde un no, solo hay humedad, no seca mucho hoy. A Pedro, el portero, le ha sorprendido la pregunta, Gastón jamás se interesó por saber algo del edificio y tampoco cruza palabras a menudo.
Al llegar a su trabajo, Gastón, sigue aún intrigado pensando en lo sucedido en la noche. No se puede concentrar y algo torpe y entre dormido, derrama una taza de café sobre la impresora. Al regresar de su trabajo decide ir a correr a ver si puede relajarse un poco y cambiar de aire. Cuando regresa al edificio ingresa por la cochera de la torre para ahorrar camino. Encuentra a su paso entre los autos, el contenedor de residuos del edificio, de esos con ruedas que rebalsa de bolsas y aún no fue llevado a la calle para ser vaciado. Pasa por su lado y ve una camisa muy sucia con aparente manchas de sangre, pero solo la observa sin tocarla, en su mente decide olvidar el asunto. Al lado del contenedor en el piso hay una mancha de sangre, que parece haber goteado de la bolsa que contenía la camisa, pero él no advierte esto.
Cuando llega a su departamento, toma una ducha, y se dispone pronto a dormir. Al otro día cuando desciende del ascensor al hall de la torre para ir nuevamente a su trabajo, descubre a la policía que no deja entrar ni salir a nadie, se ha cometido un crimen dos pisos más arriba de su departamento.
Se reiteran en su cabeza los recuerdos de lo que creyó haber visto la noche anterior, mientras tanto observa como el portero lo mira intensamente. La policía, mientras tanto, dispone de un lugar para interrogar a todos los vecinos, y el comisario interviniente, pide una orden para allanar todos los departamentos, tratando de buscar pruebas y poder preservar la escena del crimen. El inspector a cargo revisa la grabación de las cámaras del edificio de las últimas 48 horas, en presencia del encargado, pero no se detecta el ingreso de ninguna persona ajena al edificio.
En el departamento de Claudia, la mujer asesinada, aún permanecía con el cuerpo semi desnudo tirado mitad en la alfombra, mitad en el piso. Al lado del cuerpo la sangre derramada parecía haber sido limpiada en parte y el resto aún estaba allí. Podría alguien haber tratado de limpiar, pero finalmente abandono el lugar. Tal vez el asesino escucho ruidos y dejo la habitación, la investigación debía proseguir.
Después de doce horas de tomar declaraciones a todos y concluir los allanamientos. El inspector a cargo se lleva algunos objetos para analizar, dentro de ellos se encuentran las zapatillas running de Gastón, con una de ellas, parece que han pisado sangre. Pasada unas dos semanas, a la salida de su trabajo, se lo llevan detenido a Gastón, como el principal sospechoso del asesinato de Claudia. El fiscal a conjeturado una teoría sobre el crimen, y concluye que con la apreciación del portero, sobre la actitud poco común de él, la sangre encontrada en sus zapatillas, que coincide con la de la mujer apuñalada, más la sangre de la camisa del contenedor que también coincide y la declaración del propio Gastón sobre lo que le pareció ver aquella noche.
La persona sospechada del crimen, habría apuñalado a la mujer e intento limpiar la sangre del piso con la camisa, y luego al retirarse la habría pisado con sus zapatillas, y mientras trataba de borrar parte de sus huellas, vio lo profuso de la sangre que se derramaba de las heridas, entonces huyo del lugar mientras trataría de elucubrar una teoría para evitar ser descubierto.
Esta claro que alguien debería iniciar su defensa, pero tal vez no haya justicia, a veces, la que se cree ser la verdad, no está en los hechos, si no en la interpretación de las pruebas en las que algunos creen.