Ya no hay tiempo para ser apocalíptico: los integrados están ganando

Profesor Por Dr. Luis Sujatovich* –

Se acabó el tiempo para la discusión: ser apocalíptico no es una opción. Durante décadas diversos intelectuales se han ocupado de ofrecer sus posicionamientos acerca de la cultura mediática e incluso, con el advenimiento de Internet, ajustaron sus discursos para acomodarse al nuevo contexto. Sin embargo, si bien alguna vez esas polémicas resultaron apropiadas para elucidar dos modos opuestos de conceptualizar la relación entre la sociedad y los medios de comunicación, han quedado obsoletas.

Optar por la interpretación apocalíptica no deja de consistir en una cobardía: sería algo así como resguardarse en los conventos mientras la Edad Media llega a su fin. Es un modo de escurrirse de la realidad, ante la imposibilidad de asumirla. ¿Qué sentido puede tener continuar renegando sobre el uso de la tecnología? Suponer que la forma de solucionar los excesos de la utilización frecuente de la tecnología digital sea, únicamente, la persistencia en favor de la desconexión impide cualquier análisis que permita realizar un diagnóstico que facilite una intervención que no se reciba como un anacronismo. Frente a los medios, ninguna restauración puede pretenderse como vanguardista.

También se vuelve urgente establecer que la aceptar el triunfo de los integrados no implica el abandono de los estudios de consumo, subjetivación y apropiación de los dispositivos digitales al libre juego de las fuerzas del mercado. Dejar a las empresas sin la vigilancia epistemológica de la sociedad, o, mejor dicho, dejar que sea el mercado quien evalúe su desempeño, supone una torpeza inadmisible. Esa omisión acabaría destruyendo el entramado teórico que se ha ido construyendo durante décadas: transformaría a la teoría en enunciado inoperante.

Adoptar un posicionamiento apocalíptico es funcional a los integrados, así como éstos resultan ejemplos oportunos para aquellos: unos y otros dialogan a espaldas de la sociedad. Nadie supone que la vida analógica plena sea sostenible y tampoco abunda la inocencia respecto a los efectos absolutamente positivos de la permanente conexión. Ninguno está en condiciones de abordar los desafíos que se afrontan las nuevas generaciones, unos porque imaginan el regreso al siglo XIX, otros porque no quieren ver más allá de sus intereses.

Los apocalípticos son integrados, pero de a ratos. O con culpa. Basta ingresar en la red para advertir que participan desde sus perfiles en los asuntos cotidianos, pero sólo para indicar que antes era mejor. Son publicistas de una profecía al revés: ya pasó el mejor tiempo y no nos dimos cuenta. La integrados, aceptan la conversación, pero argumentan que ahora es el tiempo que auguran. Y así continúan sin otra expectativa que vencer a su rival. Es un duelo de payadores, pero sin rima. Es decir, sin gracia. Extemporáneo e irrelevante como el diario de ayer.

No sirve discutir sobre las tecnologías desde la pulcritud del papel, ni sostener que ninguna práctica es relevante si no está digitalizada y convoca multitudes. Hay que involucrarse, ponerse en duda, aceptar las limitaciones y dejar atrás la mala costumbre de priorizar las definiciones antes que los hechos. Las acciones que los sujetos realizan a cada momento en sus celulares no encajan en una dicotomía. Ni siquiera puede explicarse apelando al código binario.

*Investigador – Profesor Universitario – UDE – Universidad Siglo 21 –

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