Tribolito

Por Alejandro Sánchez Moreno* –

La otra tarde escuché una conversación en el súper. Mientras cobraban las cajeras charlaban.

-Guarda que parece que la china no entiende pero entiende todo.

-¿Viste que abrió el Howard Johnson?

-¿Quién va a ir? Sale como treinta lucas la noche.

-Y adelante está El retiro, seis mil para comer sin bebida.

-Definitivamente chicas no es para nosotras.

-Que buena está la serie de Fito.

-No cuenten que no la vi. Atrás hay cajas señora, las bolsas cuestan dos pesos.

-Tenemos cuenta DNI, se paga con clave.

-¿Son ricos estos yogures? La marca no la conoce nadie pero tienen buen precio.

-Me dice la clave de vuelta señor, un poco más rápido por favor así no expira.

-De vuelta contando la serie, ya les dije que no la vi.

-Bueno querida, mírala, así podemos hablar.

-La nueva pregunta si los empleados tenemos descuentos.

-Ya le dije que sí, ¿no entiende?

-Allá está ese que nos trata mal.

-¿Dónde?

-En la cola. Avísale a José, para mí viene borracho siempre.

Los mandados grandes los hago los miércoles o los jueves. Son los días de los descuentos. Voy a Las Marías, un súper chino que abrió en la 44 al fondo. Arrancó con buenos precios y los mantuvo. Los chinos cuando abren ponen precios de dumping, una vez que ganan una clientela los acomodan.

Tengo una rutina para aprovechar las ofertas: empiezo en las Marías, ahí hago las compras de almacén, de ahí para la avícola mayorista, hay que llegar antes de las dos de la tarde, termino y me voy al mercado de verduras, si pagás en efectivo 10 por ciento de descuento. En la radio contaban de una serie, no presté atención hasta que dijeron de qué trata: ¿qué es la felicidad para una persona? Un capítulo cuenta de una señora que hace las compras sin mirar cuánto valen las cosas.

En Las Marías voy por las segundas marcas. De La Serenísima a Yatasto, de Green Hill a Marolio, de La salteña a Mendía, de Sancor a La tonadita, de Lira a Alsamar, de la Campagnola a Dulciora, de Terrabusi a Vaninas, de Las Talitas a Tosti, de Express a Leiva, de Coca a Cola a Manaos, de Poett a Héroe, de Taragüi a Don Arregui, de Fargo a La Perla, de Arcor a S&P, de Ledesma a Don Pedro, de Blancaflor a Gret Value. La leche en sachet Yatasto en verano (dos meses atrás) costaba 144 pesos, ahora están 244. Una vez sufrí propaganda engañosa, en la batea de las leches larga vida había unas muy baratas. Llevé un pack, me hice café con leche y quedó amarillo, pensé que estaban vencidas. Investigué la caja y no era leche, era bebida láctea Lactis.

Mis padres volvían tarde del trabajo, eran empleados públicos. Con dieciséis mi papá vio un aviso en el diario, había vacantes en Asuntos Agrarios. Se presentó y le fue bien, el examen de dactilografía lo pasó volando, en la casa tenían una máquina y mi abuelo los hacía practicar. Asdlf y ñlkj son las primeras filas de letras que aprendió. Escribía sin mirar, a mí me pasa lo mismo con el teclado numérico del costado derecho. En casa tengo las máquinas de escribir que pasaron por la familia. En la oficina de Salud había un taller de reparación, quedaban como nuevas. Un día aparecieron las máquinas electrónicas que se usaron poco, el Word les dio el golpe final. Mi mamá nos dejaba una lista para las compras, los supermercados no existían, había que ir todos los días. El almacenero del barrio era Nuncio, atendía solo, pero iba rápido. Vendía dulce de leche suelto y mermelada de Colonia Caroya. Teníamos que llevar los frascos. Cerraban todos a la misma hora, si llegabas tarde te quedabas sin nada. Paso seguido por el almacén de Nuncio cuando voy a lo de mi mamá. Hace años que hay una cortina vieja, azul, cerrada.

Hay un chino que parece el dueño, casi siempre está adelante del súper sentado en un cajón, es más grande que los demás. Fuma sin parar y no saca el cigarrillo de la boca. Los pedidos cercanos los hace en una bicicleta que tiene un carro. Llega a las casas, toca timbre y deja las bolsas en la puerta, a veces antes que atiendan. Cuando lo veo imagino que está pensando en China. Hace unos años vi una película: Naturaleza muerta. La hizo Jia Zhangke, un cineasta de la Sexta generación. Así nombran cada camada de directores en China. ¿Será porque son muchos? o ¿por qué son muy ordenados? Las vidas de las personas cambian con la construcción de una represa, cantidad de pueblos y ciudades van a desaparecer. Antes de la inundación se demuelen las viviendas y edificios. La película es crítica de la situación, pero como cuenta como se hizo la represa Tres gargantas, la más grande del mundo, la dejaron pasar, por su espíritu patriótico. Sigue la vida de una enfermera, un minero y un ingeniero. Todos buscan a alguien.

Escena de la película "Naturaleza muerta".

Rodrigo viaja a China dos veces al año. Antes ayudaba al padre, ahora está a cargo. Tienen una licencia de importación, cuando va se queda bastante, al principio no salía del hotel, pero con el tiempo se aburrió. Empezó a caminar para cualquier lado con una filmadora. En un parque se encontró con una proyección de cine. Pasaban películas de Chaplin, se reían mucho. Rodrigo no entendía como llevaban los equipos, no veía vehículo de traslado. Cuando la jornada terminó, un chino joven y flaco como una anguila, enrolló la pantalla y la guardó en una funda de tela, el proyector lo colocó en un bolso pequeño con correas y los parlantes los guardó en una caja de madera. Dejó todo en el suelo y fue al estacionamiento a buscar una bicicleta. En la espalda se puso la funda con la pantalla como si fuera una mochila, el bolso con el proyector lo colocó adelante, como llevan los bebés en el norte de Argentina y la caja con los parlantes la ató en la parrilla. Por unas callecitas que subían y bajaban se fue despacio para volver el domingo siguiente.

El tren sale a las siete de la tarde. Jian apaga los equipos, limpia el local y cierra las persianas. En la casa tiene preparado el bolso y una vianda para un viaje largo. La tarde anterior le dio una copia de las llaves a Guan, su vecino, para que le cuide las plantas y atienda a Dao, su gato. Hasta Kunmimg, su ciudad natal, son treinta y cinco horas. La reunión familiar es en la casa de Guan, su abuelo. Es la cena más importante del año y según la tradición se hace en el hogar del familiar de más edad. Una vez al año en China, para el año nuevo lunar o festival de la primavera, cientos de millones se mueven para visitar a sus familias. Es el chunyun, la mayor migración humana que se conoce, los desplazamientos de personas se calculan en tres mil millones. Jian consiguió el asiento de la ventanilla, el tren a su ciudad no es de los modernos. El pasillo está lleno, una niña toca la flauta, una familia como ramen, unos estudiantes cantan, la mayoría está callada.

Algunas veces en el súper me puse contento. Ananá en lata barato, sonrisas a buen precio, yogurisimo a menos de trescientos pesos. Agarro los productos y la felicidad dura poco. La lata de ananá es de dos rodajas, el yogurt trae menos de un litro, las galletitas son cinco. Argentina se achica en las góndolas.

Mi papá decía que para jugar bien al futbol no hacían falta botines, si sos bueno jugás con cualquier cosa. En los picados de la playa jugaba descalzo, mi hermano y yo hacíamos igual. Estaba bueno pero los pies quedaban a la miseria. En la escuela todos tenían botines, estaban de moda los Adidas, los usaba la selección del 78. En el Instituto británico más nivel, tenían el conjunto completo y si el equipo cambiaba de marca, enseguida tenían todo. Íbamos a clase con zapatillas flecha. Uno nos decía como insulto: pobres. Me agarré a piñas en un descanso y volví con la nariz rota a clase. El profesor me vio y no dijo nada. Queríamos también botines, insistimos tanto que nos compró. De una casa de deportes que estaba frente al Coliseo y que hacía camisetas para equipos de barrio nos trajo unos marca Tribolito.

https://medium.com/@alesanchezmorenolh/tribolito-6aa04358df9b

*Colaboración para En Provincia.

Fotografías: Archivo web.