Por Stella Maris Sanhueza* –
Se levantó muy temprano, apenas había amanecido, apurada por vivir, abrió las ventanas para airear, sacudió las alfombras, tenía el tiempo justo para hacer el relleno, la masa, pronto aparecerian sus nietos y el bullicio, las conversaciones, las discusiones.
¿ Quién no discute en la casa de los abuelos los domingos?
Ella recibiria su aplauso por cocinar y nada, un pedazo de felicidad en su vida, las manos llenas de harina y muchos recuerdos para evocar.
Han pasado años, se levantó cuando cantó el gallo, miró la mesa larga, quedó un instante inmóvil, ya nadie viene igual, hasta los nietos crecieron, de mi nadie se acuerda ya…
“Doña Veva, dejá de recordar” -se decía, ah, la mesa estaba llena, las empanadas que hacía con mis propias manos, las ensaladas, el pan tostado al lado de la carne asada, el vino en la copa para el abuelo, un tango de Gardel de fondo…la música se fue con él.
¿Y las risas y corridas de los chicos?
¡Cuidado con la pelota!¡ Acá no Julian!
Parece que fuera ayer, en invierno la siesta de mates y tortas fritas, calladitos para que no se despierten los nenes, antes dormían siesta.
¿Trajiste la lotería tía? Sin ella no salgo, ya vas a ver como te voy a ganar.
Hoy la visita dura dos segundos, no vienen a almorzar, tienen tantas cosas que hacer y no hacen más que mirar el celular.
Se levantó del sillón, no importa, se dijo: ” Mi casa no nació para estar vacía”
Tomó el viejo palo de amasar, ¿Cuántos años tendría?¿ Cincuenta ?, el viejo delantal a cuadros y sé perdió en la cocina.
Era un hermoso domingo, la casa de Veva se veía como antes, no, mejor, la música llegaba hasta media cuadra, en la entrada había un enorme cartel que decia: Comedor ” Hoy cocina Veva”
El que quiera comer pase, Veva ya esta friendo empanadas, hay guiso y un patio para jugar, el delantal de la abuela aún no se quiere jubilar.
*Autora del 3° relato ganador del concurso “Letras de la nueva edad 2024”, organizado por el Instituto de la Nueva Edad – SADE La Plata – FPHV – UNLP.