Reporte 0 – Malvinas : las razones por las que se aplaude el himno peruano

Por Martín Zuccato –

Jugar al fútbol en argentina es casi inevitable, tanto como andar en camello en el desierto del Sahara.

Pero aún más extendida es la también inevitable costumbre popular, no ya de jugar al fútbol, sino de ser “hincha” de fútbol. Y por supuesto, de ser hincha de la selección argentina.

Las hinchadas argentinas tienen la larga tradición de ser totalmente insolentes con el rival de turno. Y luego de la afrenta sufrida por Argentina en el mundial de Italia 1990, donde todo el estadio de Roma silbó nuestro Himno Nacional, la actitud argentina se transformó en un “solos contra todos”, sin amigos. En la cancha, se chiflan todos los himnos foráneos.

Sin embargo, cada vez que se enfrenta la selección argentina con la selección peruana, se observa un respetuoso silencio durante la ejecución del Himno Nacional extranjero, que finaliza con un cerrado aplauso de la parcialidad argentina, tal como se vio en el reciente encuentro del 14 de octubre del 2021.

Más allá de que ningún Himno Nacional debiera ser silbado, quizás ni siquiera ejecutado (durante un partido de fútbol),  la sorprendente actitud de la parcialidad albiceleste tiene su base en la postura asumida por la nación incaica durante la guerra de Malvinas en 1982.

Creo que a estas alturas no sería necesario aclarar que la Junta Militar que decidió llevar adelante la recuperación de Malvinas, no lo hizo por enfrentar al colonialismo ni al imperialismo británico o norteamericano, de los cuales era algo así como un “socio menor” en la región (y mucho menos habría actuado por la inverosímil historia de los chatarreros de las Georgias), sino que lo realizó para intentar salvar la crisis terminal en la que estaba su gobierno, el cual ya estaba cercado por el repudio internacional, en la quiebra económica y al borde de afrontar una revolución social que lo barrería definitivamente de la historia.

Para lograr sus fines ocultos (aunque evidentes para quien tuviera dos dedos de frente) primero pensaron en enfrentarse con Chile, utilizando como excusa a los diferendos limítrofes por el canal de Beagle, pero luego consideraron que sería más fácil y útil para sus propósitos, retomar la irrenunciable causa nacional de Malvinas, utilizando la fuerza, creyendo contar para ello con la anuencia de sus “amos” de EE.UU. y con supuesta pasividad del Reino Unido, gracias a sus “socios” Tories: el Barón Richard Luce y Mr. Lord Carrington.

 “Habrá mucho ruido … eso es todo”, pronosticó el Canciller Costa Méndez. Una gran equivocación, que también debió ser evidente.

Sin duda, nuestra hermandad con Chile y Perú, fue consagrada por la campaña libertadora del General San Martín, quien, a diferencia de la Junta Militar golpista, para cruzar la cordillera y lograr la libertad de esos países, preparó durante dos años el Ejército de los Andes, cuidando hasta el último detalle de su plan táctico, estratégico y político,incluyendo el apoyo internacional.

Bandera de Perú en Ushuaia

Resultaba claro entonces, al igual que hoy, la diferencia abismal entre ese gobierno sanmartiniano y la banda de gángters que gobernaba a la Argentina en 1982.

No obstante ello, la nación peruana, encabezada por Belaúnde Terry, un estadista siempre partidario de la integración americana, de inmediato inició gestiones con el Reino Unido para evitar la guerra.

Así estuvo a punto de lograr un acuerdo entre las partes que consistía en el retiro de las tropas de las islas y la posterior ocupación por soldados de cuatro países: dos escogidos por Buenos Aires (uno sería Perú) y los otros dos por Londres, que permanecerían en el lugar hasta la solución del diferendo.

Lamentablemente, Leopoldo Galtieri y Margaret Tatcher, (dos canallas sentados muy lejos de las balas de los contendientes) hicieron fracasar la gestión peruana. El primero, dilatando su respuesta, y la segunda, torpedeando al Crucero General Belgrano.

Es entonces que, desatándose así la batalla de Malvinas en forma inevitable, el Perú toma una postura quizás única en la historia: asumir la guerra de otro como si fuera la propia.

La Junta Militar –desesperada por la situación en la que se había metido- solicitó al Perú toda la ayuda posible: barcos, armamentos, aviones franceses Mirage y aviones rusos Sukhoi, para así reforzar su material bélico.

Los barcos no pudieron ser enviados, porque forzosamente serían detectados por los radares chilenos al servicio de Gran Bretaña al atravesar el pasaje de Drake. Tampoco los aviones rusos, ya que sólo Perú los poseía y no habría explicación razonable para que aparecieran atacando a la flota inglesa bajo bandera argentina.

No obstante, el gobierno peruano logró enviar una flota completa de 10 aviones cazabombarderos similares a los que poseía la Fuerza Aérea Argentina, los que volando de noche y simulando un aterrizaje de emergencia en Jujuy, arribaron finalmente a la base aérea de Tandil, en la provincia de Buenos Aires, a mediados de mayo de 1982, donde según los testimonios de un recluta “fueron pintados con escobas” y  señalados con la bandera argentina.

Avión Peruano

También los peruanos aportaron misiles y triangularon compras de armas para evitar el embargo de material bélico que recaía sobre Argentina.

 Y poco falto para que los pilotos peruanos que trasladaron los Mirage a Tandil, participaran del conflicto en forma directa

“Si las acciones militares en tierra y mar se hubieran prolongado un breve tiempo más, el empleo en combate al que tan generosamente se habían ofrecido nuestros hermanos peruanos hubiera ocurrido. Entonces hubieran sido dos países sudamericanos combatiendo una causa continental” señaló un senador argentino en el homenaje realizado a esos pilotos peruanos por la embajada argentina en Lima el año pasado.

Hoy, casi a punto de cumplirse 40 años de la batalla de Malvinas y cuando la unión de los países sudamericanos ya no es solo poesía en la boca de Mercedes Sosa, el respeto al himno peruano en un espectáculo de fútbol es parte de ese camino de integración y un reconocimiento a quienes estuvieron de nuestro lado también en las horas más oscuras.