Por Luna Carrara* –
Ramón Carrillo nació en Santiago del Estero en 1906 y desde joven mostró un talento excepcional para el estudio. Se convirtió en uno de los primeros neurocirujanos argentinos y, tras formarse en Europa, regresó al país con una convicción que marcaría su vida: la salud debía ser un derecho y no un privilegio.
En 1946 fue designado primer Ministro de Salud de la Nación, cargo desde el cual impulsó una transformación inédita. Bajo su gestión se construyeron hospitales en todo el país, se desarrollaron campañas de vacunación masivas y se redujo drásticamente la mortalidad infantil. Carrillo también promovió la producción nacional de medicamentos, democratizando el acceso a tratamientos que antes eran inaccesibles para la mayoría.
Su pensamiento trascendía lo médico: entendía que los problemas de la salud no podían resolverse sin atender las condiciones sociales. Su frase más recordada resume esa visión: “Los problemas de la medicina como rama de la ciencia no se pueden resolver si no se resuelven los problemas del hombre como ser social.”
Sin embargo, su vida terminó en el exilio y la pobreza en 1956, lejos del reconocimiento que merecía. Hoy, su nombre regresa como símbolo de justicia social y memoria sanitaria, recordándonos que la salud es también un acto de dignidad colectiva.
La historia de Carrillo nos enseña que cuidar la vida es cuidar la comunidad: cada hospital, cada vacuna, cada gesto de prevención es también un acto de justicia.
*Colaboración para En Provincia.
Fotografía: Archivo web.