
A medida que ciertas estadísticas empiezan a estabilizarse y el número de muertes por COVID-19 en todo el mundo resulta algo más predecible, aún se sostiene que la cifra real de fallecidos podría ser mucho mayor debido a muertes indirectas y mal clasificadas.
Al comienzo de la pandemia, la información sobre las tasas de infección, hospitalización e incluso muertes a menudo se retrasaba o no era confiable. Las pruebas no estaban muy extendidas y la comprensión de las características biológicas y clínicas del virus dificultaba la clasificación de una muerte por COVID-19.
Dado que muchos países se enfrentan a una sucesión de olas de contagio, el monitoreo también ha entrado en una nueva fase con datos más sólidos y mejores sistemas de informes. Sin embargo, todavía hay muchos casos que pueden pasar desapercibidos.
“Nunca sabremos el número exacto de muertes por COVID-19, simplemente porque muchos pacientes nunca serán evaluados, a pesar de que mueren de COVID-19″, es la primera conclusión que esboza Lasse Vestergaard, médico epidemiólogo y coordinador de EuroMOMO, la entidad europea de seguimiento de la mortalidad, cuyo objetivo es detectar y medir el exceso de muertes en tiempo real relacionadas con la influenza estacional, las pandemias y otras amenazas para la salud pública.