Por Guillermo Cavia –
Cuando una persona enciende su computadora no lo hace solo, sino que millones de personas, en todo el mundo, realizan ese acto, que es simple y parte de las sociedad moderna.
Las casas de familia, los centros comerciales, los bares, las estaciones de trenes, micros, los aeropuertos, incluso las plazas, albergan personas conectados a una red de internet. Primer eslabón de una cadena que hace al consumo cultural, que puede estar directamente asociado a un momento de ocio, o ser parte esencial del trabajo de un estudiante o ejecutivo.
Los ordenadores hacen exactamente eso, ordenan un tráfico de palabras, imágenes, mensajes, vídeos, conversaciones, reflejos cotidianos que se desprenden de la utilización de internet. Todos vamos tras esa guía virtual, cuya condición esencial la da la tecnología, cuya expansión en el campo de la comunicación permite conectar todos los mundos posibles, reales y virtuales, nada queda fuera de la red, desde la música, hasta los juegos. Es en el acto de encender la computadora, o el teléfono, que se abre una ventana al mundo.
Los jóvenes al pulsar el inicio de una computadora son como capitanes que comienzan a navegar movidos por una necesidad, que no necesariamente emerge de una falta de actividad asociada con el ocio, sino del avance de la tecnología que contrariamente provoca la aparición de un tiempo libre obligado cada vez mayor.
Es una persona que empieza a mantener un tiempo que antes era libre, pero que ahora se torna en su tiempo libre ocupado. Ese consumo cultural plantea una propia realidad a través de internet, dónde el usuario elige qué hacer, puede mirar los diarios, informarse de las últimas noticias, pero puede también no hacerlo, para volcarse a la música, a los juegos en red y a las redes mismas.
Paula Sibilia, autora del libro “ El show del yo”, explica que las redes sociales como Facebook, Twitter y MySpace son “compatibles con las habilidades que el mundo contemporáneo solicita de todos nosotros con creciente insistencia”. Según ella, esas herramientas sirven para dos propósitos fundamentales. “En primer lugar, ellas ayudan a construir el propio ‘yo’, o sea, sirven para que cada usuario se auto-construya en la visibilidad de las pantallas. Además, son instrumentos útiles para que cada uno pueda relacionarse con los otros, usando los mismos recursos audiovisuales e interactivos”, asegura.
La tecnología es un nuevo consumo cultural y en Internet está el núcleo de todos los recursos posibles, es la ventana al mundo que seduce y modifica los hábitos de las personas.
El CICEOP (Centro de estudios en Opinión Pública de la Facultad de Periodismo de la UNLP, que dirige el Prof. Gustavo González) realizó una encuesta a alumnos de la carrera de Comunicación Social de la Facultad de Periodismo de la UNLP, donde se les preguntó si se consideraban ciudadanos informado y de qué manera podía acceder a esa información, si lo hacían a través de los diarios en papel o si por el contrario lo hacían por internet. También se los consultó por el lugar donde ellos se conectaban a Internet, bajo una respuesta de opción múltiple: En la casa, cafés, trabajo, celular, etc. La conclusión es que todos utilizan internet en mayor o menor medida, pero la gran mayoría lo hace utilizando las redes sociales como Facebook o Twitter. La mitad de ellos están prácticamente on line: alrededor del 50% tiene PC en su casa y accede a internet todos los días.
“En la Argentina, todos los adolescentes y jóvenes tienen acceso a Internet. Un 50% tiene conexión en su casa, pero el 50 restante accede a ella desde cualquier wifi disponible. El 75% de los chicos de 11 a 17 años tiene un perfil personal en alguna red social (Facebook es la de mayor popularidad en el país). Un adolescente argentino se conecta a Internet todos los días, y lo hace durante una hora y media cada vez. Esta es la media nacional. Para quienes tienen acceso a la web desde su hogar, el vínculo con Internet aumenta: se conectan todos los días durante el doble de tiempo, 3 horas cada vez. El principal uso que hacen los adolescentes de Internet es para comunicarse. El 90 % de los jóvenes chatea, visita una red social, manda mails o bloggea” expresa Roxana Morduchowicz, autora del libro “Los adolescentes y las redes sociales”.
Con la evolución de las comunicaciones se han modificado los consumos culturales, desde la lectura tradicional de los libros hasta la comunicación verbal entre personas, que ahora lo hacen natural mediante herramientas tecnológicas.
No es extraño pasar por un café y ver a una pareja sentada, juntos compartiendo la mesa, mientras ambos manipulan sus teléfonos haciendo evidente que mientras están juntos están en contacto con otras personas.
Quizás sea tan natural como el hecho que en la actualidad se prefiere ver una película que leer el libro. No es algo que pasa ahora, sino que viene ocurriendo desde hace años.
Para tener una idea basta con preguntarse si nosotros mismos o las personas que conocemos han leído algún libro en este año o si pueden recordar el nombre de alguna escritora o autor.
Todo tiene que ver con las generaciones, las que nacieron bajo la tecnología y las que deben ir aggiornando el conocimiento para no quedar afuera de la realidad que nos ocupa.
A partir de éste siglo se han modificado los consumos culturales, lo que no significa un decaimiento en la cultura. Solo que los métodos y las necesidades son otras, bajo una modificación y nueva adaptación general a la vida tecnológica del presente siglo.