No eran brujas, eran mucho más

Hubo un tiempo que no debe quedar en el olvido.

Un tiempo atroz para muchas mujeres.

No eran brujas. Eran mujeres, mujeres que fueron vistas como: hermosas, muy cultas y inteligentes.

Algunas eran viudas o sin padre, tenían agua en el pozo, tierras, una buena plantación; otras no cedían ante la lujuria de algunos hombres y su violencia.

Mujeres que tenían una marca de nacimiento,  mujeres que eran muy hábiles con la medicina herbal y tenían una fuerte conexión con la naturaleza.

Mujeres que bailaban, pintaban, cantaban, escribían o dominaban cualquier arte, pero estaban en el mundo equivocado.

Cualquier mujer corría peligro y el riesgo de ser quemada en el siglo XVII. Incluso eran arrojadas al agua y si flotaban eran culpables y si se hundían y ahogaban eran inocentes.

Las mujeres fueron arrojadas por acantilados, fueron colocadas en agujeros profundos en el suelo, cualquier tortura imaginable es poco.

No eran brujas las que ardieron, eran mujeres diferentes, por su fuerza, por la energía que poseían, por su poder sanador y su sabiduría transcendental.