Nadie sabe con certeza cómo es que Mingo llegó pero una mañana allí estaba. Siempre tuvo un porte robusto, con colores en la distribución del pelaje como si hubiera sido un pastor alemán, el manto negro y el pecho marrón. Pero no lo era.
Era uno de los más grande entre sus pares, también parecía un Terranova, pero tampoco lo era. Aunque sus patas anchas y macizas lo confundía, casi con precisión.
Hay varios perros que llegan, como lo hizo Mingo, a la Dirección Provincial de Aeronavegación Oficial y Planificación Aeroportuaria (DPAO y PA) que está a cargo del Aeródromo de La Plata y de otros 51, en distinto puntos de la provincia de Buenos Aires.
Mingo llegó en los últimos días de diciembre de 2013 y ya nos se fue más. No se sabe por qué, pero varios animales aparecen en ese gran predio de más de 400 hectáreas. Algunos lo hacen porque escapan de los ruidos explosivos en los festejos de Navidad y Año Nuevo, otros porque también hay gente irresponsable que tira sus mascotas como si fueran juguetes en desuso.
Mingo tenía una boca gigante que podía quedarse con una mano o una pierna. Cuando la abría para bostezar daba cuenta de su enorme dimensión. Por suerte el temperamento tranquilo, contemplativo y pensante del perro hacía que nunca la tuviera que haber usado estando enojado.
En los primeros años de su estadía en el predio de la DPAO y PA, solía salir de cacería u otros menesteres, lo hacía a la tarde y regresaba al otro día a media mañana. No iba solo, sino que era acompañado por otros que también residen en ese lugar. Una aventura entre amigas y amigos.
Mingo, en el Aeródromo también hizo una familia, porque con la perra que le dicen “Gorda” tuvo varios cachorros. Todos fueron dados en adopciones responsables y desde ese momento se practicaron castraciones, para que los que allí estaban refugiados, no siguieran generando otras familias.
En la DPAO y PA que depende del Ministerio de Seguridad, trabajan aproximadamente unas 100 personas, hay personal de Administración, Servicios Generales; Departamento Médico Sanitario; Radio Operadores; Pilotos; Mecánicos Aeronáuticos; Personal Jerárquico, en su conjunto todas las partes permiten que una aeronave esté en vuelo y se pueda salvara una vida, porque allí se realizan vuelos sanitarios, de traslado de órganos para CUCAIBA e INCUCAI y demás servicios que puedan ser requeridos.
Mingo en ese sitio encontró su hogar. Amigas y amigos para la aventura, el acompañamiento y personas que se ocupan con mucho amor de “esos seres de luz”, como lo dice Rocío Galiani, que además de trabajar en el área de Administración, se ocupa todos los días de llevar alimento variados a “sus hijos” que, diariamente la esperan y hacen una cola india para recibirla cuando baja de su automóvil. Incluso a veces para poder ir de un lugar otro dentro del predio, debe escaparse de su oficina para no ser vista, porque si así ocurre, todos los animales la acompañan durante el trayecto.
Rocío no está sola, porque también cuenta con otras personas como María Laura Herrera, Belén Hernández, Mariano Capra, Yanina Cario, Andrea Galati, Santiago Peredo y Débora Pertierra, entre otras personas que aportan ganas, tiempo para velar y cuidar por cada uno de ellos.
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En el área de Administración acompañaban a Mingo: Pepa, Pancho, Emilio y Gorda Después hay otros perros dentro del predio, pero pertenecen a otro grupo. Entre ellos respetan los espacios de cada uno. Allí es el electricista de Servicios Generales, Adrián Cuevas, el que cuida de un gran grupo de animales que hallaron refugio en el Aeródromo. Adrián se encarga de la comida y todos los cuidados. Tanto él como Rocío son hasta veterinarios, porque más de una vez han tenido que realizar complicadas intervenciones de curación.
Adrián Cuevas cuando camina por el predio del Aeródromo de La Plata, no lo hace solo. También lo acompañan todos sus hijos perrunos en una hilera larga como estrellas de un firmamento.
El día que Mingo recibió un diploma por acompañar a los egresados de la carrera de Mecánicos en Mantenimiento de Aeronaves.
Pero ahora Mingo se ha ido. Hacía unos días que ya no quería comer. No tomaba agua. Se retiraba a lugares que nadie conocía y a veces se quedaba horas en un mismo sector u oficina.
Su despedida fue sencilla, así como nadie sabía cuando llegó, tampoco notaron su partida, sencillamente estaba muerto. Casi con la naturalidad de todas las cosas. Ocurrió en ese lugar que él mismo eligió para irse. Se fue así como era Mingo, tranquilo, disfrutando de su paso por la vida. Las personas lo recordaran haciendo un paseo, tirándose al sol en las mañanas, mirando con sus ojos nobles hacia los horizontes recibiendo los vientos que le acariciaban el alma y a la vez, el alma de todos los que allí lo amaban.
Fotografías: Rocío Galliani.