
Comenzó la mañana laboral exhalando suspiros agrios que se trasladaron por las paredes como ecos de elefantes en agonía hasta que cayó la tardecita, y al fin, de regreso, en su casa encontró a su mujer, desnuda, inconsciente sobre la cama que compartían desde hacía diez años. Él, con lágrimas en los ojos, simuló la sorpresa de verla muerta.