Martín Fiore: “El destino tiene nombre y apellido”

Por Guillermo Cavia –

Los caminos suelen ser diversos cuando los destinos comienzan a cruzarse. Es una conjunción de sucesos que van armando una historia, que encuentra sus partes. Al mirar hacia atrás uno se da cuenta que no podría haber sido de otra manera.

Los cañaverales en la rambla de la Avenida 72 entre 2 y 3 ya no están, como tampoco pasan los trenes de cargas por las vías cercanas.  Sin embargo, allí está impregnada parte de la infancia de Martín Fiore, jugando entre las cañas, utilizándolas para fabricar barriletes. Están conservadas las tardes de fútbol, la calle de tierra, los partidos de bolita. Las risas, la inocencia, el primer tiempo.

Tiene la sangre turca e italiana, que lo distingue, el hecho lo hace parte de una fortaleza que le permite defender lo que quiere, lo que ama, lo que entiende como propio. Esa estirpe se le nota cuando habla y expresa las ideas que le surgen claras como agua, sin dejar nunca de seguir un Norte, donde están sus afectos y todo lo que resguarda en el alma.

Cuando era niño siempre visitaba a sus abuelos paternos que tenían la casa ubicada frente al helipuerto del Hospital General San Martín, desde allí veía muchas veces los aterrizajes y despegues del helicóptero sanitario, uno de color amarillo, que pertenecía a la Dirección Provincial de Aeronavegación. Se trataba de la aeronave BO 105 LQ – APX que hacía esos vuelos.

No había un nexo conductor entre aquellos avistajes de su vida de niño y adolescente, pero el destino jugaba sus cartas que se barajan a sabiendas, desde el principio, que ya están marcadas.

Martín en el año 2005 sufrió la pérdida de su papá, la familia se vio reducida a su hermano, la mamá y él, amanecía una nueva realidad, que implicó la necesidad de trabajar, hecho que se cruzó con sus estudios en la Universidad Nacional Tecnológica, donde cursaba la carrera de Ingeniería Industrial.

Comenzó trabajando en una estación de servicio ubicada en Avenida 7 y 66 de La Plata, sentía la pertenencia al lugar, tenía allí excelente relación con su dueño y el resto de las personas que efectuaban labores a la par. Esa tarea le había permitido ayudar en su casa, sentir el orgullo que su hermano haya podido irse de viaje de fin de curso, que lo logró sentir como propio, porque paradójicamente, cuando él finalizó el secundario en el Colegio Castañeda, no hizo ese viaje.

Como el destino sigue en forma perpetua disponiendo su juego, un día en el lugar de trabajo se incorporó un encargado, que cambió las reglas y ocupó el espacio de problemas, en vez de elegir el de las soluciones. Martín sabía que era el momento de buscar un nuevo horizonte. Centró su atención en un cliente que con su camioneta cargaba combustible en esa estación de servicio, cuyo nombre era Jalil Amado. En junio de 2009 le acercó un currículum vitae y en muy poco tiempo tuvo un llamado desde el área de Personal de la Secretaría General del Gobierno de la Provincia de Buenos Aires.

Martín Fiore, en el presente, está a cargo del Pañol de la Dirección Provincial de Aeronavegación Oficial y Planificación Aeroportuaria (DPAO y PA). Allí ingresó en noviembre del año 2009. Cuando se enteró que su tarea iba a ser en ese exacto lugar, lo primero que hizo fue poner en su computadora el buscador de Google, para saber qué era un Pañol, allí descubrió que “el pañol es un local con características muy particulares. En él se encuentran herramientas de todo tipo, equipos, repuestos, accesorios para movilizar cargas, elementos de protección personal, insumos de distinta índole, elementos combustibles y/o inflamables, gases comprimidos, etc.”. Allí comenzó su labor en la Aeronáutica de la Provincia de Buenos Aires.

Tal vez del mismo modo que cuando era un niño y miraba desde el ventanal de la casa de sus abuelos la maniobra perfecta del aterrizaje del helicóptero amarillo, ahora estaba en la oficina del pañol a tan solo una puerta de distancia, entre aeronaves estacionadas en un hangar, alistadas en caso de ser necesarias para efectuar un vuelo sanitario. Porque nada es azar y todas las cosas ocurren por una razón, a veces se puede conocer el fin y otras nunca ha de saberse, pero son parte de la vida y del destino de las personas.

La carrera de Ingeniería Industrial quedó relegada, cursó hasta el cuarto año, el hecho le motivó un inconveniente con su mentor en el nuevo trabajo, porque la idea principal era que él pudiera terminar la universidad. Cosa que no ocurrió. Pero sí otro nuevo aprendizaje, que fue el Curso de Mecánico de Mantenimiento de Aeronaves, que pudo realizar en la propia Dirección Provincial de Aeronavegación Oficial. En tres años se recibió y pasó a ser personal calificado dentro de la estructura de la DPAO y PA.

En el Pañol comenzó la tarea administrativa de confeccionar remitos, entradas y salidas de materiales, control de stock, registros, todo como parte del aprendizaje, hasta saber cada cosa de su oficina, desde el detalle más evidente hasta notar si una cerradura de candado no quedó como él la había dejado. Desde ese lugar pintado de azul, que posee confort con un aire acondicionado colocado en la altura, un mostrador para una atención a los requerimientos, un escritorio y algunas sillas, se vislumbra el orden de cada cajón, dispuestos de tal manera que conservan una prolijidad perfecta, lo propio ocurre con los estantes y cada uno de los elementos o dependencias del lugar.

Martín conversa con tranquilidad, en un momento se centra en su familia, su esposa, su hijo Genaro de seis años y su hija Catalina de tres años, según dice, la más pequeña tiene todo programado para un día poder volar, sabe hasta el detalle de cómo se va a colocar el cinturón de seguridad. A veces lo acompañan a su trabajo, aunque es algo muy poco habitual. También recuerda que su propio primer vuelo, lo hizo en una prueba en el avión Cessna Citation, porque entraba en fase 5 de inspección.

Martín tiene la mirada Franca y se le nota que está en el sitio correcto, es posible que aún sea el mismo niño del cañaveral o el que miraba los aterrizajes del helicóptero desde la casa de los abuelos. Nada ha cambiado, solo es la vida que está pasando. Sentado en el pañol dice en un instante que “en el trabajo siempre hay momentos buenos y malos. No todas las personas piensan del mismo modo, pero es importante tener una meta en común, un camino a recorrer, en un mismo sentido, porque no está bueno que cada uno salte el alambrado para el lado que quiere”.

Martin Fiore, es un integrante de la DPAO y PA. Es como cada trabajadora y trabajador, una articulación fundamental en la misión que las 24 horas, durante los 365 días del año, realiza aeroevacuaciones y vuelos de traslado de órganos, que posibilitan la esperanza de vida de personas.