Por María Soledad Gutierrez Eguía* –
En aquel instante que hoy nadie puede reconocer, pues nada es tan lejano como aquel instante, en aquel instante, el susurro en su boca, como el líquido en la del que está asfixiándose, le causó un dolor cuya gravedad fue el centro mismo de cuanto dolor existiese en el mundo y el agite era tal, que pareciera el mar rugir aún en su cuerpo y un restallar de viento penetrara coincidente con el volumen alto de la voz de la presa cuando acorralada, empuja con su cuerpo —boca seca al pie del miedo— los muslos del cazador, henchidos por su destreza inacabable.
En aquel instante que hoy nadie puede reconocer, pues nada es tan lejano como aquel instante, en aquel instante: se mantuvo en pie.
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*Escritora y Diseñadora en comunicación visual.
Fotografías: En Provincia.