María Soledad Gutierrez Eguía: “El hilo”

Por María Soledad Gutierrez Eguía* –

Me oirán mejor, aunque “Allí no hay nada”.

Rescataré la distancia que medió entre el hilo, siempre tenso, y la migración del espíritu. ¡Mi esfuerzo de pie!; me perdí en los detalles.

No vi al tiempo partir. Se arriesga más de lo que se puede. No veré, ya más, lo que vería. Alguien me arrastró en un aire dulce y no supe y no pude ahuyentar a los pájaros.

Los brazos de las ramas en el ocaso del día penetraban las jaulas colgando de los balcones de muros roídos por el sermón de las horas que pasaban.

¿Era aquella la sombra de una cruz? Mi cuerpo se hizo voz.

Adormilada en el almizcle, adivinando un jardín tras el cantero de invierno,

temí en mi lecho oír mis endebles latidos.

¡Oh parpadeo de infancia, se deshace el barniz de tus recuerdos!

Siempre se vuelve al mismo sitio.

El aire retiene la imagen de trémulos arañazos finalmente grabados en el agua sonrosada por el sol.

Ninguna luz debió pretender iluminar mis llagas. Estoy gritando el dolor.

Estoy dejando que duela. La compasión es melliza del miedo. Se alejan de mi sombra y el aire me atraviesa. Mis ojos se acrisolan antes de desprenderse de la vida.

Es ahora. Se acercan las altas cumbres y el extremo del hilo se pierde en el blanco centelleante.

Casi es silencio.

Una voz que se agota a la intemperie; un éxodo de la legión de la sed; un aleteo absorto frente al precipicio; una humosa venda cubriendo el zumbido de la huyente luz.

Me extravío de mí. Asisto al escenario perfecto.

¿Cómo es que todo esto me abarca?

Debajo de la vida soy más que el tiempo que perdí.

Primogénita en mi perpetua dispersión; la nieve de mayo caerá al umbral de la puerta.

La lluvia sin mí; el viento envolviéndolo todo; el sol de madrugada y el ocaso; los días y los meses; las especies; los sentidos en el cuerpo de un enfermo, desarraigo de sí mismo; la inaprensible naturaleza y la iridiscencia; el arrebol que aspira al azul y al verde; el interludio de los ínfimos sonidos; los contornos de la seda; y la memoria grata de una quimera.

Todo me sobrevendrá en el decurso de las estaciones.

La noche deja resbalar sus manos en la quietud de la breña.

No supe creer y fui tan poco en mí. Me herí en la herida y fue cuanto necesité.

Alguien dice que he muerto.

                  ¿Cuándo será nacer?

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*Escritora y Diseñadora en comunicación visual.

Fotografía: https://www.pexels.com/