Lic Maria Alejandra Pugliese –
Ayudar a personas en épocas de pandemia no es una tarea sencilla pero si absolutamente necesaria. Participar de charlas online para acompañar a quienes se enfermaron de Covid-19 y otras u otros que ante lo que acontece pueden llegar a tener ataques de pánicos, porque no sólo se sienten amenazada en su integridad física, sino también psicológica. Se dan las manifestaciones a través de los miedos, a la muerte, a la pérdida laboral. Personas que tuvieron que aprender a manejar la ansiedad y el día a día con las redes sociales que no siempre están al alcance de las y los que necesitan usarlas. El impacto psicológico de esta Pandemia se traduce en mucha angustia, en ansiedad y considerable estrés. Emociones que se repiten ocasionando el deterioro de la salud en su integridad.
La singularidad, por lo que he podido conocer a través de los individuos afectados, no solo pasa por la gravedad de la enfermedad, pues el dolor emocional también se evidencia porque no se puede ver a la familia, entonces la soledad es la vedet. Algunos de los pacientes manifestaban que “es tan feo tener esta enfermedad, que a nadie le interesa lo que uno siente, solo te preguntan los síntomas”. No hay una mirada acerca de la posible discriminación ante una posibilidad de contagio o una contención por el miedo a perder el trabajo.
También se pueden observar los problemas de convivencia familiar, muchas veces generando conflictos que terminaron en violencia. Otro dato relevante, es cómo hasta el amor se fue transformando en los espacios compartidos. Todos queremos volver a la normalidad, pero la pregunta es ¿cómo normalizar la amenaza y el peligro? Me pregunto también si en los lugares de trabajo la gente tienen en cuenta cómo influye este virus en la salud mental. Si nunca se evaluó reconocer el estrés que ocasiona el encierro. Posiblemente no salgamos iguales de esta pandemia por coronavirus ni de esta pandemia de la violencia familiar. El tema es que salgamos preservados y mejor parados. Que la incertidumbre de no saber hasta cuándo, no se naturalice y se normativice como natural. Que el guardarnos no nos encierre más aún, y nos exponga a modos de destrucción contagiosa e invisible. Y que entre el dolor y el amor, gane el amor hacia uno mismo y al otro.
Las terapias online o vía telefónica han representado un desafío para los psicólogos en medio de la pandemia, fueron bien recibidas por las personas que lo necesitan. Sin descartar que siempre hay personas que ayudan de otra manera, con un simple llamado, a través de las redes sociales permitiendo unir lazos. Cualquiera de nosotros es pasible de ser infectado por el covid19, todos estamos en riesgo. Como diría la Dra Bentolila (directora de la Diplomatura en Prácticas de Salud Mental), “abarcar la escucha, y modular el impacto con soporte social, atribución del control interno, cortar la percepción de amenazas y colaborar con una construcción de un propósito a futuro”.
En contraposición hay también otra respuesta a la enfermedad: el aumento de la fe, de la espiritualidad para seguir existiendo junto a los otros, configurando nuevas realidades posibles. Tantas diferencias en los puntos cardinales de nuestro país, con un solo escenario de la emergencia y un punto de encuentro: acompañar, contener, acompasar esas precarizaciones de los lazos sociales.
Duelo y dolor van de la mano. La perplejidad, la negación, el retardo de lo que sucede, intentara imponerse. Pero hay que estar con entereza para poder traspasar esa barrera y pasar de la tristeza a la aceptación y luego a la acción, cuando sea posible. Es ir construyendo un afuera adentro, acompañado desde la escucha, la solidaridad y la empatía.
Lic Maria Alejandra Pugliese, psicóloga y Master en couching en psicología del deporte. Matricula R.N 1252