Las migraciones y la misión de Fundación Residentes Sin Fronteras

Por Hugo A. Méndez S. –

Hablar de migrantes, inmigrantes y refugiados es abrir un mundo de abanicos de lo desconocido y lo conocido. Es natural ver tantos extranjeros en esta Argentina como empleados, en las construcciones, kioscos, locales comerciales, en las tareas domésticas, en call centers; también una cantidad, quizá bastante menor, en las instituciones públicas y, desde luego, un número muy considerable como estudiantes en las universidades y otros establecimientos educativos. Nos preguntamos y se preguntarán qué papeles jugamos los extranjeros en un país donde migramos. Y la verdad es que hacemos un papel importante porque los migrantes trabajan, estudian y forman familias asumiendo responsabilidades y obligaciones dentro de la sociedad; conviviendo y adaptándose; aprendiendo de sus costumbres, idiomas y leyes. Argentina es un país muy extenso y muy variado en climas, características geográficas, distribución general y población aborigen, criolla y extranjera según las distintas regiones y su peculiar desenvolvimiento a lo largo de los variados procesos históricos. Pero bien valdrán para el conjunto las siguientes apreciaciones que haremos desde nuestra localización en la zona litoral, aunque desde luego con criterio abarcativo general.

Siempre hablamos de migrantes o refugiados y pensamos casi de inmediato en Europa y Norteamérica, pero, sin desmerecer esas opciones, yo quiero quedarme en Latinoamérica. Y Argentina se ha vuelto la cuna migratoria en Latinoamérica. Podemos apreciar que es natural que en un grupo de trabajo o de estudios; que, entre los vecinos, en fin, que, en los barrios, no falte nunca un paraguayo, un uruguayo, un colombiano, un venezolano, un boliviano, un peruano, un chileno, un brasileño, un ecuatoriano. Y, por supuesto, un número creciente que proviene de zonas geográficas más distantes de América, como costarricenses, mexicanos, panameños, y del mundo, como senegaleses, laosianos, japoneses, chinos. Argentina presenta la dinámica de un mar en continuo movimiento que ha recibido y sigue recibiendo oleadas de seres humanos que por diversos motivos la visualizan como una tierra de solidaridad, amparo y posibilidades, más allá de las vicisitudes socio-históricas y político-ideológicas que década tras década agitan sus aguas. En este sentido, este gran país sudamericano mantiene su simbólica y legendaria condición de lugar de puertas abiertas al mundo.

El estilo de vida de un extranjero varía según su situación económica, profesional y legal. Y toda la variedad de situaciones es digna de ser contemplada. Hay personas que han llegado hace tiempo o que, aunque llegados recientemente, pueden abrirse camino y, si bien no dejan de experimentarlos esfuerzos y vaivenes propios de los estándares sociales medios, logran integrarse sin mayores dificultades a la vida general. Hay también quienes llegan al país con respaldo económico o cuentan con familias pudientes que los asisten mientras viven acá. Vemos jóvenes que estudian; algunos instalan negocios o emprendimientos; otros compran su casa y acceden a coches y otras comodidades. Tenemos, por otra parte, otra realidad, más relacionada con el famoso dicho “llegan con una mano atrás y otra adelante”. Son jóvenes y familias que deben pasar y hacer de todo para poder subsistir y sobrevivir, y que, no obstante, cumplen mayormente con la loable y admirable tarea de tener que ayudar a sus familias en sus países de origen.

Entonces, a grandes rasgos, quienes vienen con poder adquisitivo no la pasan mal o tienen la posibilidad de no pasarla mal, porque según los estereotipos a que estamos acostumbrados en el mundo actual, cierta posición les genera de antemano respeto, autonomía e incluso admiración y ni siquiera padecen la discriminación o el rechazo con que suelen encontrarse –aquí o en otros lugares del mundo– los grupos más vulnerables. Los más desprotegidos que migran o se refugian en pos de una vida más digna y próspera huyendo de las miserias de sus países son los más proclives a sufrir marginación y ataques despectivos. Por ejemplo, vemos casos periodísticos o en redes sociales a famosos u otras personas discriminando a una trabajadora doméstica, su mucama paraguaya, o al jardinero o al albañil; al “bolita” o al “peruca” de la verdulería; a los “paraguas” o “brasucas” que son objeto del típico “chiste descalificador”, del humor negro o de todo tipo de jergas despreciativas. Y podría seguir aportando un sinfín de ejemplos.

En nuestra Fundación partimos de un análisis lo más objetivamente posible de la realidad circundante y de la convicción de considerar como lema fundamental la consideración de los valores, la buena disposición y el sano empeño en la construcción de una vida digna, no discriminadora y constructivamente solidaria. La actitud crítica constructiva, las acciones y relevamientos realizados hasta el momento, nos indican que ninguno de los grupos humanos mencionados aquí está exento, en definitiva, de problemáticas transversales (la dimensión psicológica, la integración social y jurídica, los requisitos administrativos, etc.), que deben ser atendidas, asistidas y apoyadas. Por lo tanto, es importante de nuestra parte una labor continua de integración, educación y concientización, de enseñanza de los valores y principios fundamentales que caracterizan a los seres humanos y a la vida humana. Debemos, en el seno de la Fundación y a través de la activa participación con instituciones similares, comprometernos en el empeño de terminar con los prejuicios y discriminaciones sobre el país de origen, la filiación étnica, la religión, el maltrato y las violencias de todo tipo.

Mi visión de presidente de la Fundación Residentes sin Fronteras sustentada en mi propia condición de residente permanente en la República Argentina y en mi creciente integración a la vida argentina, aunque desde luego sin olvidar nunca mi terruño guaraní de origen, me lleva a reflexionar que Latinoamérica de algún modo tuvo la oportunidad de unificarse y de concentrarse en este país, volviendo históricamente a la Argentina la casa grande de los extranjeros. Me entusiasma sentir que ha abierto sus brazos para recibirnos con el mayor calor como el abrazo de una gran madre, que nos genera tranquilidad, seguridad y mucho amor. Me siento honrado como extranjero de ser parte de este contagio, de disfrutar y poder transmitir los dones y desafíos que plantea esta convivencia diariamente compartida de costumbres, tradiciones e innovaciones, acentos diversos, comidas típicas, deportes, cultura, música y danza. Estoy inmensamente orgulloso de vivir acá, de integrar esta gran casa, de contribuir a la construcción de este mosaico pluricultural con amalgama latinoamericana, de esta sociedad que nos regala un mundo de sabores, un espíritu de alegría y fraternidad, y que nos necesita a todos.

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