Después de los atentados del 11 de septiembre, una empresa que tenía sus oficinas en el World Trade Center invitó a sus ejecutivos y empleados que por alguna razón habían sobrevivido al ataque, para compartir sus experiencias. La gente estaba viva por las razones más simples… eran pequeños detalles como estos:
– Al director de una compañía se le hizo tarde porque era el primer día de kínder de su hijo.
– Una mujer se retrasó porque su despertador no sonó a tiempo.
– A uno se le hizo tarde porque se quedó atorado en la carretera en la que había un accidente.
– A otro sobreviviente se le fue el autobús.
– Alguien se tiró comida encima y necesitó el tiempo para cambiarse.
– Uno tuvo un problema con su auto, que no arrancó.
– Otra regresó a contestar el teléfono.
– Otra ¡tuvo un bebé!
– Otro no consiguió un taxi.
Pero la historia que más impresionó fue la de un señor que se puso un par de zapatos nuevos esa mañana, y antes de llegar al trabajo le había salido una ampolla. Se detuvo en la farmacia por una curita y por eso está vivo hoy.
Ahora, cuando me quedo atorado en el tráfico; cuando pierdo un elevador; cuando regreso a contestar un teléfono; y muchas otras cosas que me desesperan, pienso primero: “Este es el lugar exacto en el que debes estar en este preciso momento”.
La próxima vez que tu mañana te parezca enloquecedora, los niños tarden en vestirse, no logres encontrar las llaves del auto, te encuentres todos los semáforos en rojo… no te enojes ni te frustres.