En busca de la televisión perfecta

Por Lic. R. Claudio Gómez –

Según los números de la medidora Kantar Ibope Media, los televidentes miran televisión dos horas más que antes de la pandemia. Es innecesaria en este caso apelar a especialistas para interpretar el fenómeno: más tiempo en casa equivale a incrementar el tiempo de expectación.

De hecho, el anuncio del viernes pasado, desde Olivos, sobre la extensión de la cuarentena alcanzó picos de 40 puntos de rating. En términos generales y sin entrar en detalles técnicos de medición, en Argentina, un punto de rating equivale a 113 mil personas. Se podrá argüir, con aguda razón, que la cita virtual con el presidente de la Nación, Alberto Fernández, el gobernador bonaerense, Axel Kicillof, y el titular de CABA, Horacio Rodríguez Larreta, sumado a la importancia del tema del anuncio, abonaron la convocatoria. Seguramente.

Pero fuera de estos marcos particulares las audiencias se reproducen. Los canales de “aire” aumentaron sus visualizaciones entre un 30 y un 35 por ciento, en el último mes, en detrimento de otras ofertas televisivas.

No hay fútbol nacional. Los televidentes ya conocen de memoria los diálogos de ciertas películas repetidas hasta el hartazgo. Los canales de noticias tienen un solo tema: el Covid-19 y aunque hacen malabares para tratar el asunto desde perspectivas originales, la cuestión sobresatura. Así, la televisión abierta encontró un camino abierto.

En ese contexto, dos circunstancias promueven un nuevo anhelo: el de la televisión perfecta. Se trata de una flamante manera de llamar a los espectadores, explotada menos desde las prolijidades de la televisión que de los errores que cometen sus integrantes.

Allí, las redes sociales vienen a coronar un circuito que condena con severos comentarios y críticas cualquier tipo de yerro. Frente a esa oportunidad, los televidentes no eluden su responsabilidad y acometen la venganza de colgar del módem a quien se equivoque.

Caro pagan sus descuidos las maestras del canal estatal cuando pifian una suma u olvidan un acento y no es más barato para los políticos la indebida gramática o el gesto demasiado despectivo. La gente está atenta a la sanción, no exenta de “grieta” para minimizar los errores de los propios y despreciar los ajenos.

Los canales ya lo saben y, entonces, han colocado al servicio de esta inquisición mediática a buena parte de sus milicias periodísticas, encantadas de corregir a los colegas en sus respectivos horarios. En un mundo pandémico que ya se cobró la vida de 500 mil personas, nadie pierde de vista la necesidad de cuidar la Educación, el lenguaje y sus formas.

A final, si las mujeres y los varones no pueden ser perfectas/os, lo mejor -dicen- es que la televisión si lo sea; total allí todo es posible.